Escritores venezolanos. Conversando y Escribiendo

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jueves, 15 de noviembre de 2007

GENTE COMO NOSOTROS






La sabana era inmensa, tierra roja y piedras blancas enrojecidas; cubierta de tucupén o paja pelúa, hierba brava de Guayana, cortada a la misma altura, colores claros y desteñidos. La brisa la acariciaba soplando en todas direcciones, jugueteando con las espigas preñadas de semillas que, estremecidas, se retorcían de un lado a otro silbando alegremente y coqueteando fantasías, como en una interminable danza de juegos prenupciales, para volcar en la inhóspita tierra su contenido de vida. Chaparros, palmeras y alcornoques aislados, y un serpenteante y verde morichal, a lo lejos, rompían la monotonía del paisaje.

El cielo claro, muy limpio, azul intenso; al mirarlo en cualquier dirección se unía a la sabana en lontananza, semejando una cúpula gigantesca envolviéndolo todo y haciendo sentir la majestuosidad del universo. El sol, inclemente, en su lento peregrinar se posesionaba del centro de la cúpula, para anunciar el mediodía con sus rayos encendidos, borrando la cara de aquellos hombres bajo la sombra proyectada por sus sombreros.

El conductor detuvo el vehículo, una nube de polvo cubrió el ambiente y perezosamente se disipó en la sabana. Los cinco hombres bajaron visiblemente fatigados por el largo viaje, pero alegres y llenos de optimismo; destaparon sendas cervezas y brindaron por la gran pesca, que en todo el camino el baquiano había fantaseado en su conversación amena y pintoresca; era un joven pemón, bajo de estatura, ojos pequeños achinados, muy vivos, y el cabello abundante y grueso, negrísimo. Era el blanco continuo de los chistes del profesor Efraín, un señor de mediana edad, con un bigote teñido de negro que cubría la mitad de su boca; -este bichito es más arrecho que el perrito cobero- le decía y todos soltaban la carcajada, el indio también reía mostrando sus dientes increíblemente blancos y perfectos.

El baquiano subió al tope de un chaparro, con sus dos manos sobre las cejas oteó la lejanía y regresó alegremente a reunirse con el grupo –de aquí palante teniendo que seguil reito, reitamente, buscando morichal- les dijo. Pero advirtió: -andando con cuidao polque en el morichal habiendo culebra e’agua, golda como rueda e’camión. Efraín se le acercó un poco preocupado e incrédulo preguntó: ¿hay culebras tan grande por aquí? Sí –le respondió- pero tú no teniendo miedo polque culebra no comiendo ñoña. La carcajada, suelta y espontánea del grupo se regó por la sabana ¡te jodieron profe!, y continuaron su camino.

Ya se divisaba imponente el morichal y una gran casa pintada de blanco, con techo a dos aguas, empinado y cubierto de ramas de palmera. Era un oasis en el medio de la sabana inhóspita que habían dejado atrás, en sus recuerdos impregnados de polvo. A medida que se acercaban surgía la belleza hasta ahora oculta y el desierto de la sabana explotaba en vida y colores. Las garzas en formación cruzaban en varias direcciones, pavoneándose en el aire y dejando escuchar sus graznidos, para aterrizar en las copas de los moriches agitando sus grandes alas, cubriéndolos con la caricia blanca de sus plumas para armonizar y contrastar con pinceladas rojas de corocora. Lagartijas y cari caris corriendo temerosos, el gavilán primito escrutando la sabana con su enigmática mirada y los amenazantes alcaravanes con su vuelo rasante desafiando a los intrusos.

El primero en bajar del vehículo fue el pemón José Antonio, que así decía llamarse. Ya en la reja de la entrada se quitó el sombrero y comenzó a agitarlo en el aire, dando brincos y gritando: ¡taita Niiirio!, ¡taita Niiiiriooo!, Nirioó. Mientras los perros, endemoniados, ladraban y agitaban la cola; corrían hacia el portón y regresaban hacia un gran alcornoque, donde escondido con la morocha en las manos y un machete a la cintura los acechaba un individuo, delgado, mal encarado y de torso desnudo. Por detrás de la casa, también con su escopeta en las manos, apareció Nirio.

¡Es Toñón!, ¡es Toñón!... baja la escopeta Tiburcio. ¿Con quién andas Toñón? –grito Nirio desde la casa. Con gente de pá taita, con gente de pá -le replicó el Pemón- y brincó sobre la cerca con la agilidad de un felino. Corrió a abrazar a Nirio, mientras los perros como enloquecidos, lo rodeaban, brincaban, lamían su cara y mordían sus pantalones suavemente, sin hincar sus colmillos, sólo para llamar la atención del recién llegado. Toñón con el sombrero en la diestra los espantaba, ¡salgan palla´, salgan palla’!, dejándome besá mano de mi taita primero –les gritaba- hasta que llegó cerca de Nirio, a quien abrazó con la misma alegría que los perros lo hacían con él. Nirio abrazó al muchacho y lo miró un tanto extrañado, ¿por qué hablas así? –le preguntó-, Toñón le respondió con una inmensa sonrisa.
Nirio era un hombre cercano a los 60 años, de mediana estatura, piel blanca y ojos redondos alegres, sonrisa a flor de labios y cabeza un tanto desproporcionada. Se acercó al grupo y cortésmente los invitó a pasar: adelante muchachos, bienvenidos al Fundo La Alegría. Después de la presentación, los acompañó a sentarse bajo la sombra de un mango frondoso y gigantesco, donde el peón, ahora muy ruiseño, ya había colocado la cava llena de cervezas.

-Me dijo Toñón que vienen de pesca.
-Así es don Nirio, el muchacho nos tiene la boca hecha agua con los cuentos de los pavones y bagres de por estos lados.
-Bueno, primero que nada quítenme ese don de encima, porque un pobre con don... es muy peligroso. Les diré que están llegando en el mejor momento y en la mejor compañía que pudieran tener. Toñón se conoce esto mejor que nadie; desde que era un guarichito se metía por esos vergajales y siempre traía algo, fuese o no temporada.
-No se imagina como nos alegra escuchar eso don...perdón...Nirio. Mire como se le pusieron los ojos al profe; se vino con nosotros de vainita, porque él considera que en El Guri es donde están los verdaderos placeres del pavón; no cree nada de lo que nos ha dicho José Antonio y ha venido jodiéndolo por todo el camino.
-¿Y quién es José Antonio?
-José Antonio es el baquiano...¡Toñón!
-Caramba sí es verdad, por favor discúlpenme. Ese es su nombre cristiano, se lo puso mi esposa Mair cuando el guaricho tenía como 6 años, pero su nombre es Akonotón, que en lenguaje Pemón quiere decir: gente como nosotros. Su madre nos lo entregó unos meses antes de regresarse a la Gran Sabana para que lo educáramos, tenía 5 añitos y desde entonces lo hemos criado aquí en la casa; sin embargo, él siempre va a visitarla.

Para sus adentros, los visitantes coincidieron en un pensamiento: esa es la eterna mala leche del indio; se lo entregan para que lo eduque y lo que hacen es esclavizarlo para explotarlo en la finca, sin darle la mínima oportunidad. Claramente conmovido, uno de ellos preguntó:
-Pero... ¿no aprendió Español con ustedes?
-¿Cómo dice?...¿me quiere tomar el pelo?
-No, de ninguna manera mi querido amigo... lo que pasa es que...
Nirio no lo escuchaba, recordó la gran sonrisa de la bienvenida y pasaron por su mente las mil y una picardías que, desde niño, le encantaba jugarle Toñón a quien se le pusiera por delante, sin diferenciar edad, color ni posición social; finalmente reaccionó y con mucho orgullo les dijo:
-¡Claro que sí!, lo habla perfectamente...el año que viene se graduará de médico.

Los cuatro hombres se quedaron boquiabiertos, fríos, para luego, mirándose entre si, soltar su carcajada característica al unísono. Nirio, que reía como por inercia, -preguntó- ¿Qué pasó... he... he dicho algo inapropiado?
-No, no, no, mi querido amigo, lo que sucede es que el carajito ese nos ha tomado el pelo desde que salimos de Ciudad Bolívar.

El sol terminaba su peregrinaje silencioso, para iniciar su lento y hechizante rito del atardecer, sobre unas lomas, que azules, se asomaban soñolientas en la lejanía.


Julio C. Chávez G.

4 comentarios:

L Suarez dijo...

Me pareciò Original, con una chispa y un talento descriptivo impresionante.
Te felicito!
Liliana

Ele dijo...

Excelente tu cuento, se lee de un tirón porque atrapa al lector. La descripción de lugares y personas es minuciosa, detallada y precisa. ¡Te felicito! Y ahora que comenzaste no te queda más que seeguir produciendo. Recuerda que una vez que se da el primer mal paso, lo que queda es echar la carrerita.

Julian dijo...

Gracias Liliana y el cashid. Sus comentarios son una invitación a continuar. Lo intentaré.
Un abrazo

Julian dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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