Escritores venezolanos. Conversando y Escribiendo

Este Blog es para unir a un grupo de escritores Venezolanos que quieren compartir sus experiencias, impresiones y escritos. Somos un equipo. Somos amigos. Somos Creativos. Somos escritores.

miércoles, 30 de enero de 2008

CLASE E o F


Entraba en la camioneta para ir a chacaito, aquel hombre alto, moreno, con una “guardacamisa” mostrando las axilas sin afeitar.

-Échense pa’tras que hay salida por detrás- grito el chofer.

El hombre deslizaba sus manos por el pasamano aéreo que va a lo largo del vehículo

-Asco. Pensé yo.- Todo el tubo quedo manoseado por este carajo-.

Detrás de mi, una niña como de seis años jugaba con el sucio de las ventanas. Al mirar hacia la ventana donde estaba la niña, un chicle estaba pegado por la parte de afuera.

El hombre alto consiguió acomodo y sus brazos colgaban mostrando los pelos al aire. ¡Que espectáculo tan horroroso¡

En la siguiente parada, entró una chica, con sandalias y un atuendo que parecía un pijama de dormir. La gente se le quedó mirando pero nadie dijo nada.

Un señor mayor delante de mi descubrió en la carrocería del vehículo, un pedazo de pintura que se estaba despegando y le dió por jugar con el pedazo de pintura mientras se rascaba la cabeza con la otra mano.

Un tímido grito “la parada por favor” se oyó repentinamente. El conductor no escuchó hasta que comenzaron a gritar varias voces: ¡la parada!, ¡la parada!

-¡Estas sordo chico!, gritó alguien.

Un hombre gordo con un morral encima masculló al bajar: Ese cabeza e’ guevo.

El que estaba sentado a mi lado, se bajó en esa parada y en su lugar, se sentó un hombre que abría las piernas como si tuviera un repollo allá abajo.

-¡Que fastidio con estos tipos y sus piernas abiertotas! –pensé.
Siempre me toca una vaina de estas sentada a mi lado.

Al mediodía tenia un almuerzo con una amiga. Esperaba que llegara el ascensor a mi piso.
Cuando llegó, vi dentro del elevador, un hombre que tenía una mano apoyada en la puerta del ascensor. Cuando la puerta cerró siguió apoyando la mano en la puerta, con la palma completamente abierta. Pensaba yo, que no había visto ningún ejecutivo que tocara paredes, ni ventanas, ni puertas del ascensor.

-Es la cultura del contacto de las manos con todo, todo el tiempo-pensé.

Mientras almorzaba con mi amiga, me contaba que en su empresa-una cadena de productos farmacéuticos-clasificaba a los clientes por clases de consumidor.

Desde la clase A hasta la F. -me comentaba ella.

-¿Y como es eso? Le pregunté.

Bueno, con la inflación y la emigración de profesionales y gente con dinero al exterior, las clases Ay B, prácticamente no existen. Quedan de la C en adelante. Antes existían la clase A,B y C. Las dos primeras desaparecieron y surgieron las clases D,E,F. Ahora la clase C que antes era la de menores recursos es la de mayores recursos. Imagínate cómo ha decaído el poder adquisitivo del venezolano.

-Explícame más eso de las clases.- le pedí a mi amiga.

Ella se enfrascó en una detallada explicación de hábitos de consumo, artículos que mas compran, hábitos de alimentación y otras variables de medición.

Entonces le pregunté.

-¿No han clasificado ustedes a un sector de la población que toca todo?
Yo la llamaría “la clase del toqueteo”. Hacen lo posible por entrar en contacto con paredes, ventanas, puertas, mugre, basura, objetos, estructuras y cosas que se encuentran en la calle, asi como autobuses, camionetas y ascensores.

-Bueno, no sabría decirte, no había escuchado nada de eso. –me respondió.

-Ah! dijo ella un momento después, por lo que me dices deben ser la clase E o la F.

-Espero que sea la clase E para no sentir que estoy tocando fondo.- le comenté.
La clase F entonces es la más pobre y de muchos menores recursos que el resto ¿no?

-Si, así es. –Me contestó.

Después del trabajo me tocaba hacer la cola para tomar la camioneta de regreso a mi casa. Delante de mí, un señor jugaba con un pegoste de sucio que estaba en la rueda de una de las camionetas.

-Me dije: Pensar que la diferencia entre E y F es una sola rayita…

¿Será que la F no solo lo toca sino que se lo come?

viernes, 25 de enero de 2008

RECUERDOS DE LA PRIMERA CITA

La frescura de la noche, como una niebla blanca, de terciopelo, entraba por la ventana abierta de par en par, haciendo bailar las cortinas en una ondulación suave, de lago quieto y sereno. Eran cerca de las cuatro de la mañana, los acontecimientos aún permanecían dispersos en su memoria. Todo había sido tan rápido, tan inesperado, aunque lo había anhelado desde hacía tanto tiempo. ¿Entonces por qué el mismo tiempo la estaba matando? ¿Por qué la atormentaba de manera tan inclemente? Qué confusión más extraña, deseaba que pasara el tiempo, qué volara, qué viniera pronto el próximo día, pero la asombraba que pasara tan lentamente y a la vez le desesperaba que continuase pasando.

Todos sus vestidos estaban regados por el suelo, se los había probado y ninguno satisfacía sus gustos de ese momento. ¿Qué hora es? ¿Qué hora es? Se aproximó a la mesita de noche y allí estaba él, tranquilo, despreocupado, marcando su compás interminable e impertinente: son las tres y cincuenta y cinco de la mañana le dijo y continuó andando con la indiferencia de su tic-tac odioso, indolente, martillando sus oídos. Sintió un leve mareo. Éste, se fue incrementando hasta hacerla entrar como en un misterioso trance. Tuvo la sensación de estar levantándose del piso; medias, pantalones, vestidos, blusas, zapatos, carteras y ropa interior flotaban con ella en un remolino gris, sin colores, que los atraía hacia su centro al compás de un tic-tac frenético y galopante.

Hacía varios años que lo conocía, pero desde hace sólo muy poco tiempo Eros había cambiado los engañosos dardos de plomo por los de oro y le había hecho blanco a ambos con sus flechas encantadas. Recordó cómo buscaba pretextos para estar cerca de él, cómo temblaban sus labios al hablarle y cómo ese misterioso friíto del deseo le bajaba desde las sienes, cruzaba sus senos, su corazón, su estómago y llegaba a las piernas, para alojarse en lo más profundo de su ser y estimular sus más atrevidas fantasías. Después de muchos intentos, de pensar horrorizada miles de veces que ella no le gustaba, de tanto tiempo buscando su mirada y su afecto, ayer la había invitado a salir. No sabía cómo describir su reacción, sintió como si fuesen a explotarle los oídos y una onda de colores la recorrió como pólvora encendida... y... el friíto ¿se acuerdan del friíto?, pues le subió y bajó por todas partes ¡Qué locura! ¡Qué hechizante! ¡Qué divino! El remolino la sacó por la ventana y también salieron todas sus cosas, sus ropas, su cama, los clósets, la bañera, los cuadros, los adornos, el cuarto, todo salió por la ventana.

Sus muñecas de trapo reían y trataban de tomarla por las manos, pero al estar cerca se alejaban y abrían más sus grandes ojos blancos y reían cada vez más fuerte y freneticamente. El reloj pasó por un lado y se fue hacia el centro para arrastrarla nuevamente en la desesperación del tiempo y del caos que giraba a su alrededor. De pronto todo estaba en calma. Pudo contemplar, horrorizada, que estaba sentada en medio de algo como una calle, completamente desnuda, en un sitio desconocido y lleno de sombras que pasaban por su lado sin enterarse de su presencia, caminado como espectros en una neblina que lo cubría todo.

Sintió algo moverse a su lado, alzó la vista y sólo contempló la silueta de un hombre alto; avergonzada cruzó las piernas y colocó los brazos sobre los pechos tratando de ocultar su desnudez. - ¿Qué le sucede señorita? –le preguntó la silueta, con una voz grave y profunda. No sé qué me está pasando...¿Qué...qué hora es?, alcanzó a preguntarle. Aquí no hay hora señorita, aquí somos esclavos de otras cosas pero no del tiempo, respondió y desapareció como había llegado. Se incorporó lentamente observando el lento caminar de sombras, para buscar una orientación, algo que le fuese conocido. No vio nada. Sin pensarlo más, arrancó a correr llorando y gritando: Mamáaaaaa, mamáaaaaa.

Sintió la mano de su madre sobre la frente y lo primero que hizo fue preguntarle la hora; son las tres y cincuenta y cinco de la madrugada mi vida, descansa tranquila –le dijo sollozante. ¡Qué susto Dios mío! y pensar que la cita con Armando es mañana...no, no... ¡Hoy mismo!; vio hacia la mesita de noche antes de quedarse dormida, le pareció notar una sonrisa burlona en la cara del reloj.

Ahora estaba más tranquila. El sueño llegó en silencio, suave, placentero; el tiempo parecía no preocuparle y el sonido del reloj había desaparecido. Caminaba lentamente por un hermoso sendero lleno de flores, de pájaros, de vida que parecía explotar en colores a cada paso; los latidos del corazón, que antes le atormentaban, qué extraño... ahora no los sentía. El jugueteo melodioso de un arroyo cercano distrajo sus pensamientos y hechizada se dirigió en su búsqueda con los ojos semi cerrados, orientada sólo por sus oídos. Llegó al final del camino, con las manos apartó suavemente unas palmeras verdes, encendidas, y sus ojos se llenaron con la magia de un lago azul brillante, donde la luz del sol se bañaba en la fantasía de millares de lentejuelas multicolores; los lirios, en plena y violeta floración, completaban el encanto de aquel sueño que excitaba todos sus sentidos.

Se acercó a la orilla con la delicadeza y etérea elegancia de una ninfa del bosque; apartó suavemente unos lirios y apareció el limpio y deslumbrante espejo del lago donde se reflejaba, totalmente, su figura. Se dio cuenta que estaba descalza, cubierta con una preciosísima túnica de seda, blanca, suave, brillante, llena de encajes finos y en la frente la caricia inmaculada de un cintillo de azahares. Siguió avanzando y sintió cómo su cuerpo se hundía en las mágicas aguas, hasta cubrirla por completo. Lo más extraordinario de todo es que no se sentía mojada, podía respirar bajo el agua y ahora el espejo del lago estaba arriba.

Lentamente comenzó a materializarse ante sus ojos una visión que la llenó de asombro, que la hizo pensar de nuevo en el tiempo y también le hizo aflorar la sensación de aquel anhelado friíto. Por detrás del espejo, apareció el rostro triste y lloroso de Armando. Sus manos se abrían angustiadas hacia ella, buscando acariciar sus palidas mejillas. Aunque ella sentía la caricia cálida y tierna de sus manos tocando sus labios, éstas quedaban atrapadas, resbalando temblorosas en la parte superior del espejo del lago; luego, aterrada, escuchó su voz: ¡Oh Dios mío! ¿Por qué te la llevaste?

lunes, 21 de enero de 2008

Por un momento en el tiempo eterno


Abrió la puerta, le pareció que fué brúscamente pero ya quería salir, el encierro en un día domingo sin saber nada de ella lo desesperaba sobremanera.
Caminó cuesta arriba la colina sin mirar atrás, el aire iba y venía en corrientes frías como impidiendo su paso, los árboles se mecían y las ramas chocaban unas con otras, el ruido era tan extraño.. parecían voces lejanas... a lo lejos nubes de diferentes tonos grises se levantaban imponentes y amenazantes para una gran tormenta.
Santiago se acerca a la cima de la colina y mira hacia el horizonte, montañas, nubes y más alla. De pie y con la vista lejana y perdida en su pensamiento íntimo sale una pequeña lágrima... levanta los brazos como si quisiera abrazar a alguien, y con sus ojos cerrados pronuncia un nombre en sus labios temblorosos con una dulzura de amor y a la vez de profunda pena... "Juliaaa!!", el viento se intensifica, se escucha a lo lejos el tronar de relampagos enfurecidos,... de repente, sucede algo,... en la confusión del viento, truenos, hojas que se levantan, escucha una voz,... "mi amooooor...", en sus labios recibe un beso, un beso tibio y firme que lo estremece y por poco pierde el equilibrio, abre los ojos de asombro y voltea a todos lados... no ve a nadie, se encara de nuevo hacia la tormenta con sus ojos espantados buscando respuesta,... las nubes de dispersan, los relámpagos cesan y rayos de sol penetran e ilumina el paisaje lleno de color.

jueves, 17 de enero de 2008

Con el Alma partida en dos





Mientras estudiaba primaria en el colegio, asistía a clases de música en las tardes. Luego de un almuerzo tan apresurado que casi no respirabamos al comer, mi mamá nos trasladaba a mi hermana y a mí a un conservatorio que quedaba por Sabana Grande. Tenía solamente nueve años cuando mi madre nos inscribió en música. Disfrutaba muchisimo en la Escuela de música. Podía saltar, cantar, bailar en los pasillos y compartir con gente mayor que yo. Las horas de música eran para mí el alivio de la tensión constante que me producía la rigidez académica y la disciplina despiadada de un colegio de monjas; fría y árida a la vez. Estudié música durante nueve años. A los dieciocho años tenia siete años de Piano y había culminado estudios de Teoría y Solfeo, Historia y Estética de la música, Armonía y Canto coral. A los dieciocho años llego el momento de la verdad: ¿Qué voy a estudiar? Mis orígenes no son de gente pudiente y el dinero hacía falta en casa. Me inscribí en la universidad para estudiar Computación.
Al principio tocaba piano de vez en cuando en el tiempo libre que me quedadba en casa. A medida que la carrera fue avanzando y haciéndose mas exigente, me fue imposible cumplir con mis obligaciones academicas y continuar dedicando tiempo al piano. El piano, junto con los estudios de música, tuvo que desaparecer al menos formalmente. Mientras estudiaba en la Universidad y luego de graduarme de Ingeniero, me interesaban cada vez más y más las artes. Leía y escribía cuentos; asistía a conciertos; enseñaba piano a niños del este de la ciudad. No puedo negar que las matemáticas me encantaban en el bachillerato y que la computación es un mundo increíblemente creativo. Sin embargo, la ciencia es extremadamente celosa. Generalmente, la jornada laboral consume más de las ocho horas y al final del día estoy tan cansada que no queda espacio para conversar con aquella parte de mí que con los años ha quedado relegada. Luego de varios percances personales y sucesivas mudanzas, perdí el piano y algunos otros instrumentos musicales que tocaba en aquel entonces. Todavían me quedan algunas partituras de las clases que recibí en aquella época de luz. Hoy tengo un pequeño teclado semi-infantil. Una compañera de trabajo que se fue a vivir a España me lo regaló. Un dia llegó al trabajo cargando con el teclado de cinco octavas y me dijo que sus hijos no lo estaban usando y que me lo podia quedar. En ese momento, no comprendí la trascendencia de este regalo. Le agradecí de todo corazón su gesto y seguí cumpliendo con mi trabajo. Cuando llegue a mi casa, elegí un espacio para el teclado, lo conecte y comencé a tocar las primeras notas. Fue en ese instante que comencé a llorar desconsoladamente... Una parte de mi alma, que estaba sepultada en vida, estaba renaciendo en ese momento. Jessica, la mayor de mis sobrinas, tiene mucha facilidad para las matematicas y para las artes tambien. Ha asistido a clases de teatro, clases de música, canto y clases de baile. Ademas ha escrito algunos poemas. Jessica fue aceptada en la Universidad Simón Bolivar para estudiar Ingeniería Mecánica y también fue aceptada en la Universidad Católica para estudiar periodismo. Tiene dieciocho años y ha elegido la ingeniería. La Universidad Catolica le guarda el cupo por un periodo de cinco años. En este momento acaba de dejar las clases de baile. No sé como explicarle lo dificil que es vivir con el alma partida en dos.

lunes, 7 de enero de 2008

BUENOS DIAS EN EL CAMINO

Pasos lentos y suaves rompen el silencio alrededor,
Cruje la madera del piso mientras el reloj da la hora,
Se abre una ventana y entra la luz exterior,
Sonidos de vida entran al recinto iluminado ahora.

Manos trémulas preparan el café matutino,
El olor llena el espacio y el humo atrae a la gente,
Criaturas del bosque se acercan por el camino,
Las manos con temblor saludan gentilmente.,

La abuela se asoma a la ventanilla con su sonrisa,
Todos le sonríen al verla de nuevo en su lugar,
Porque saben que pronto se irá como la brisa,
Hacia un mundo aparte, a su nuevo hogar.

Alexander Bello A.
4.254.707

LA CITA DE HOY


“Por qué escribo? No lo se. Jamás he intentado saberlo, pero presiento que si lo intentase no obtendría una respuesta satisfactoria y si la obtuviese, quizá incluso dejaría de escribir. Pues, para mí, escribir es una fatalidad, no una razón; una fuerza natural, no una interpretación. Felicidad y maldición. No se elige ser escritor (de la misma manera que no se elige ser policía o cazador de leones en el Kilimanjaro), se sigue una intuición, se la obedece, una especie de llamada, una ilusión, un entusiasmo, un deseo, algo misterioso que deseamos dominar a cualquier precio y a lo que -precisamente porque es imposible- dedicamos nuestra vida”.
Reinaldo Arenas (Cuba).

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