Eugenio Montejo
Cuántas veces
a tientas, en la noche,
sueñan dos cuerpos fundirse en uno solo
sin saber que al final son tres o cuatro.
Ocurre siempre ante el desnudo de la carne
y su ávido misterio:
de pronto un ojo extraño se abre en las
almohadas,
cruzan labios volando por la niebla,
surgen intempestivas voces
de olvidados amantes.
sueñan dos cuerpos fundirse en uno solo
sin saber que al final son tres o cuatro.
Ocurre siempre ante el desnudo de la carne
y su ávido misterio:
de pronto un ojo extraño se abre en las
almohadas,
cruzan labios volando por la niebla,
surgen intempestivas voces
de olvidados amantes.
Los espejos
protegen a esos
duendes antepuestos en los jadeos
y los susurros.
duendes antepuestos en los jadeos
y los susurros.
Nada delata en
las alcobas
sus crueles usurpaciones sentimentales.
Solamente la luna
sabe qué manos verdaderas se acarician,
qué rostros ríen detrás de las máscaras
y quienes envueltos en la sombra
con pasos furtivos se reencuentran.
Solamente la luna que es redonda,
lenitiva y amarga.
Gracias a Vicky por la copia (marzo 2005).
sus crueles usurpaciones sentimentales.
Solamente la luna
sabe qué manos verdaderas se acarician,
qué rostros ríen detrás de las máscaras
y quienes envueltos en la sombra
con pasos furtivos se reencuentran.
Solamente la luna que es redonda,
lenitiva y amarga.