La vida de cada ser humano es muy limitada: nace con un sólo sexo, una sóla familia, un sólo país. No puede elegir la época en que vive, ni el espacio: los emigrantes suelen ser mal recibidos en todas partes. Tampoco elige la clase social, ni la salud, ni su rostro, ni su estatura. Frente a todas estas limitaciones, escribir me pareció, desde pequeña, una superación. Por ejemplo: puedo escribir desde el punto de vista del perro que nunca fui ni seré, o del hombre -o de la mujer- que no soy. Leer y escribir son, pues, superaciones de las fronteras históricas de edad, de sexo y de biografía.
Cristina Peri Rossi