Hoy me monté en el nuevo metro bus denominados "Bus Caracas". Es de color
rojo y plateado y según comentan, importados de China. Tienen aire
acondicionado, una pantalla de video, parlantes, para música o radio, distribuidos
a lo largo del Bus. Hay cámaras de seguridad filmando y agarraderas aéreas para
los pasajeros a una altura acorde con la estatura media del venezolano. Los asientos delanteros están dispuestos como
si el espacio fuera un salón de fiesta. Es decir, el espaldar de los asientos
da hacia las ventana, de manera que los pasajeros del lado derecho del bus
quedan de frente a los del lado izquierdo. Hay un paisaje que adorna la parte posterior
de cada asiento. Hay dos asientos con un
diseño especial en cuanto a que el material no es plástico sino como felpudo.
Por fuera parecieran asientos de peluche. Supongo que para personas mayores o que tienen
algún tipo de sensibilidad especial, mujeres embarazadas o lesionados.
El bus es bastante bonito y lucía impecable.
Comencé a fijarme en los pasajeros y en el bus con mucho detalle. Un hombre
fornido con un morral en la espalda estaba apoyado en una baranda de metal en
la puerta de salida. La baranda lucía algo endeble para la fuerza del hombre,
incluso llegó a temblar ligeramente. Sentí una pequeña angustia: ¿Esto aguantará
el trato inclemente de los usuarios de Caracas? La pantalla de video no funcionaba. Solo se
veía una especie de banda blanca típica de la falta de señal. Me sentí un poco
decepcionada. El letrero de “Subdesarrollo” apareció en mi mente.
No sé por qué cuando tenemos algo nuevo que disfrutar en Venezuela tiene que existir
paralelamente ese sabor agridulce del que no termina todo con excelencia sino
que deja algo para “luego”. Después de todo, pensarán los menos exigentes,
un bus no es para estar viendo películas o videos, así que… qué más da, además apenas
tienes que pagar 1,5 Bs y por ese precio demasiado bien estas paseando. Lamentablemente, estos valores marginales son
los que nos tienen sumidos en el subdesarrollo. Esta forma de actuar donde
siempre falta algo, donde hay que conformarse con lo que se tiene sin derecho a
exigir más, donde no hay aspiraciones de
mejora, donde los detalles no son importantes y donde además hay que agradecer
que al menos tengas un medio de transporte para trasladarte, como si se tratara
de una inmerecida dádiva disfrutar de los beneficios de los servicios públicos.
Lástima que no tenía una cámara para
fotografiar el bus por dentro, pero estaré preparada para la próxima vez. Ahora
que sé que pasan por la parada donde los espero, iré lista con mi cámara para
registrar cómo fueron estos buses en un principio. Quizás se mantengan así o ¿serán
mucho camisón pa’ Petra?.
2 comentarios:
Venezuela y toda la América Latina padecemos los mismos problemas de subdesarrollo mental,. debemos empezar a exigir de manera contundente, y con una visión latinoamericanista, mejor actitud de nuestros gobiernos, los cuales en muchas ocasiones no hemos elegido, no somos esclavos ni mendigos del estado; somos los patrones de nuestros gobiernos.
William Muñoz desde Veracruz México
Buenísima y dolorosa reflexión. Saludos
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