Hoy día, somos cuatro vecinas quienes salimos temprano en las mañanas en el
mismo automóvil. Miranda, mi vecina más cercana gentilmente nos da el aventón hacia
alguna zona más cercana a nuestros sitios de trabajo.
Al principio éramos tres: Miranda, Mayra y yo.
Mayra es una vecina que vive al final de la
misma calle. La conocí por medio de Miranda quien ya le había dado la cola en
algunas oportunidades. Digamos que, yo era, en ese entonces, el último chicharrón
de la fiesta. Me incorporé al “club” en el mes de noviembre.
A las cinco y media de la mañana la verdad que
no tengo muchos ánimos de conversar. Soy del tipo de persona que se relaja,
escucha música y se echa una dormidita en la parte de atrás del carro. Aunque
el viajecito dura unos 10 minutos, lo único que me falta es ronronear como un
gato y acurrucarme en el asiento de atrás.
Miranda habla mas que una cotorra eléctrica y le da por conversar a la velocidad de la luz a
esa hora de la mañana. Para mi
representa un esfuerzo algo tormentoso tener que escuchar el monologo de alguien que solo quiere hablar, hablar y
hablar.
Cosas como, asentir con la cabeza, medio sonreír, y decir alguna que otra frase que dé a entender a la otra persona que la estas escuchando se me hace una tarea de locos a esa hora. Mis neuronas están aletargadas todavía. Por tanto, desde mi primer día de transporte insistí en ir en el asiento de atrás.
Cosas como, asentir con la cabeza, medio sonreír, y decir alguna que otra frase que dé a entender a la otra persona que la estas escuchando se me hace una tarea de locos a esa hora. Mis neuronas están aletargadas todavía. Por tanto, desde mi primer día de transporte insistí en ir en el asiento de atrás.
Un par de veces que Mayra dejó de ir le dije: “Te
extrañé, me tocó ir adelante, jajajajajaja”
Mayra y yo nos quedamos en la misma parada del
metro bus y desde allí ella llega directo a su trabajo mientras a mí me toca
hacer dos trasbordos más.
A veces no llegamos a tiempo y perdemos el
metro bus. Otras veces llegamos antes y conocemos ciertos personajes que
esperan junto con nosotras. Tenemos por ejemplo, a un grupito de tres señores
mayores a los que Miranda les dice: “Los compañeritos”. Cuando llegamos a la
parada y ellos no están, Miranda comenta: ¿…y los compañeritos dónde están? Tenemos
el personaje llamado “La coleona”. Una chica de unos 20 años que el primer día
preguntó si esa era la parada del metro y olímpicamente se puso de primera en
la fila. Hay otra Señora mayor que directamente se coloca de primero por el
privilegio que da la edad. Entre la conversadera y las burlas
solapadas que Mayra y yo hacemos de los personajes de nuestro entorno se nos
pasan los minutos de espera mientras llega el metro bus.
El trayecto desde esa parada del Metro bus
hasta que Mayra llega a su trabajo dura aproximadamente 15 minutos. Ese tiempo
lo dedicamos a conversar sobre varios temas. Poco a poco hemos construido una charla amena de intercambio de opiniones,
ideas y aprender una de la otra de las distintas vivencias, lecturas e
intereses que tenemos.
Continuará
1 comentario:
¿Hasta que?
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