Escritores venezolanos. Conversando y Escribiendo

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viernes, 12 de junio de 2009

Oda a mi compañera inolvidable


¡Cuánto amor! ¡Cuánta ilusión! A tu partida, ya nada fue igual. Tus fotos en la mesita al lado de la cama, me recuerdan tu imagen, y a momentos, pareciera que hasta cobraran vida. Dicen que es malo vivir de los recuerdos, pero, yo los vivo intensamente, me acompañan, me dan fuerza. Me resisto a olvidarte.

Te recuerdo bella y hermosa, inteligente y brava, con tus ojos de fuego persiguiéndome por la cocina cuando, ocasionalmente, te hacía enojar por llegadas a deshoras. Compañera entrañable, profesional exitosa y madre sin parangón.

Conjugabas de manera admirable tu delicado encanto y fortaleza de carácter, tu personalidad avasallante con la humildad verdadera, la fragilidad física con tu reciedumbre de espíritu.

Me siento afortunado de haber compartido junto a ti una parte significativa de mi existencia. Aunque menuda de tamaño, tenías linaje y porte de reina: quizá en vida anterior, en tus itálicos orígenes lo hayas sido.

Siempre me comentabas de tu complacencia por la candidez y profundidad de nuestra conversa, en las veces que, hasta bien entrada la madrugada, prolongábamos nuestra tertulia a poco de nuestra bien llevada y grata intimidad.

Nadie quiere partir a destiempo, empero, llegada la hora suprema, la resignación pareciera acogernos. Varios fueron los momentos, en los que, estoica, te vi batallar contra tu designio, resurgiendo finalmente cual ave de fénix, para el asombro general.

Te aferraste a la vida con fuerza inusitada. Y es que, tu vida misma fue un ejemplo de tenacidad, determinación y virtuosismo. No eras perfecta, naturalmente, pero, pocas personas vienen tan bien desarrolladas en alma y mente. La providencia te dotó de genialidad y altruismo. Queda tu obra: trascendente, universal, permanente.

Nuestros hijos, tus padres, tus discípulos y todos cuanto te sobrevivimos honraremos por siempre tu memoria.

Guardo de ti, tu risa cantarina, tu voz melodiosa, tu imagen etérea y la remembranza de todo cuanto compartimos a lo largo de doce años felizmente vividos.

Al igual que siempre, la flor roja que hoy dejo sobre tu lápida, ratifica el amor vívido y sublime que signó nuestro compromiso _ si el Creador Supremo lo permite _ de amarnos hasta más allá de la existencia misma.

Entrañablemente;
Reinaldo C.

3 comentarios:

Julian dijo...

Sencillamente hermoso tu escrito. Se observa que se trata de un recuerdo muy bien vivido y mejor conservado como un presente constante y bello.
Felicitaciones

Reinaldo Colmenares dijo...

Muchas gracias Julián por tu elogioso comentario.

Lilisú dijo...

Me parece muy hermoso te felicito!

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