Escritores venezolanos. Conversando y Escribiendo

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lunes, 6 de octubre de 2008

AVENTURA EN EL MAR SARÓNICO. CAP 7







AVENTURA EN EL MAR SARÓNICO
Capítulo 7o

- Di un paso al frente y comenté: Sabio y prudente hombre, yo no puedo hablar si el poderoso rey Agamenón no me lo permite.
- ¡Injuriador lanza palabras!...No, no, disculpa hombre, puedes hablar – rectificó el gran rey.
- Gracias Oh, gran y poderoso rey. Lo que yo tengo que deciros, es que por una de esas jugarretas extrañas del destino de los hombres o de los dioses o no sé de qué...nos topamos con algo que en mi mundo llamamos un paso atrás, que como una ironía del dios Cronos, o tal vez como un desafío a su hijo Zeus, que lo destronó del Olimpo, nos puso en contacto con lo que nosotros conocemos como una dislocación dimensional del tiempo y nos sumergió en problemas que no nos incumben. Por ejemplo, hay una tragedia en la vida de la familia Atrida, con la cual nosotros nada tenemos que ver y cuyo único culpable es un padre irresponsable; la perversa tradición de los dioses griegos, ha metido en la cabeza de todos vosotros que las culpas de los padres deben ser pagada por sus hijos. Esta falacia, y muchas otras, la avivan y son el medio de subsistir de farsantes como este adivino que os acompaña, cuya estupidez, soberbia y envidia han de enfrentarlo, en Colofón, con un adivino de verdad: Mopso, el hijo de Apolo, el resultado pueden ustedes deducirlo.
- Pero...son muy graves y ofensivas tus afirmaciones ¿Cómo sabríamos que no mientes?
- No miento porque yo hablo con la verdad, como lo haces tú prudente y sabio hombre, hijo de Neleo y Cloris, a quien Apolo le concedió vivir muchísimos años. Las palabras duras, aunque sean ciertas y justas, muerden, y la verdad es algo que los oídos de algunos no les gusta escuchar; además, cualquiera que hable con la verdad y le diga palabras sabias a un ignorante parecerá que no está en su sano juicio. Los reyes son el centro de las más continuas e insistentes adulaciones y, como el poder corrompe, se acostumbran a escuchar mentiras y no tienen oídos para la verdad; por ello, se hacen prepotentes, envidiosos y perversos, lo cual induce a que la misericordia, la sabiduría y la justicia les abandone.

Los cinco terribles guerreros, todos reyes, comenzaron a inquietarse, Agamenón estaba furioso. Calcante intentó pronunciar algunas palabras, pero ante la fúrica mirada del prudente Néstor se cruzó su capa por el frente y se marchó balbuceando maldiciones. ¡Eureka! Había vencido al adivino. En mi mente comenzó a tomar forma y sentido la señal de Néstor; definitivamente me estaba ayudando, pero...¿por qué? Por mis acosados pensamientos emergieron varias posibilidades, pero la que más acertada me pareció fue que él no estaba de acuerdo con esta guerra inútil y para probarlo, encorajinado continué:

- En campañas o guerras como esta, movidas por un error increíble e imperdonable de todos los reyes de Grecia...
- Un momento. ¿Cómo es eso de que por un error increíble de todos los reyes de Grecia?
- ¿No os dais cuenta admirado y prudente hombre, que no se debería comprometer el destino y futuro de un reino, para defender a..., vi hacia Menelao,...un cornudo medio hombre? ¿En la cabeza de quién puede caber el abandonar a su familia, sus posesiones, su vida, su libertad y exponer la vida de sus guerreros, para defender una causa injusta que os va a llevar a las más grandes tragedias? Además, ese mismo hombre, de tan malos sentimientos, impulsado por la ira de saberse burlado por su mujer, fue incapaz de sentir compasión por su tierna y preciosa sobrina Ifigenia y convenció a su hermano de que estaba equivocado, cuando, arrepentido, había dado la orden para que no se la trajeran a Áulide, adonde ha de ser sacrificada. ¡Nadie la dicha alcanzó actuando injustamente!

Menelao tragó fuerte y bajó la cabeza. Lentamente, con mucho cuidado, apretó la empuñadura de su espada; su bronceado y hermoso rostro se había tornado de un rojo intenso; me dio la impresión de que estaba convulsionando, para después quedarse inmóvil, con sus perfectas facciones cambiando de tonalidades hasta tomar la apariencia de grises rocas. ¡Qué alegría mi deducción había sido correcta! Los terribles guerreros no apartaban su mirada de mí y no se percataron de lo que estaba pasando con el rubio Atrida. Pensé que ahora era el momento de dirigir un ataque contundente contra Aquiles y proseguí:

- ¿Cómo piensas tú, o qué creerías tú, sabio y prudente hombre, de un gran guerrero de este ejercito que se cree invencible, inmortal? ¿Qué oscuros pensamientos no ha de ocultar su alma, hacia el simple mortal que lo dirige, aunque sea un gran rey?
- ¿A quién te refieres sabio hombre?
- Me refiero al semidios que os acompaña, Aquiles, quien se miente a sí mismo creyéndose inmortal y cuyos ojos no pueden ocultar la envidia, ni sus pensamientos sus actos. Que oculta en su careta de eterna ira, sus frustraciones y el menosprecio que siente hacia todos los que le rodean, con excepción de su amigo Patroclo a quien ama con locura y a quien habrá de empujar a la muerte por su terquedad. Él pudo haber sido inmortal, ¡Pero no lo es! pues Zeus y Poseidón que se disputaban el amor de su madre, al saber que el hijo de Tetis con un dios sería un dios más poderoso que ellos, decidieron casarla con un mortal.
- Explícame...¿Cómo puedes saber tú un secreto de dioses y de un guerrero tan poderoso? ¿En verdad conoces la debilidad del Pelida?
- Yo sé muchas cosas que ustedes no saben y en verdad os digo carísimo señor que sí conozco la debilidad de Aquiles y os lo voy a demostrar. Cuando su madre Tetis le quiso hacer invulnerable, lo sumergió en el lago Estigia sujetándole por los talones; al sacarlo...

Antes de que terminara de hablar, Aquiles saltó al centro convertido en un energúmeno; se despojó del fornido yelmo sobre el que ondeaban las áureas y espesas crines de caballo que Hefesto colocara en la cimera; se quitó las grebas ajustadas a las piernas con hebillas de plata y lanzó al piso la hermosa coraza que brillaba como un astro. Nuevamente arrojó a mis pies la gigantesca espada de bronce guarnecida con clavos de plata y colocándose enfrente de mí gritó con todas sus fuerzas: “¡Ahora sí tendrás que matarme cara de perro!” y tomó la lanza que sólo él podía manejar. Yo me quedé petrificado, al punto de no poder coordinar palabra ni movimiento alguno; su aliento, indescriptible, inundó mi olfato y pulmones, y sentí innumerables partículas de su saliva salpicar mi rostro; levantó sus brazos e invocó a Tetis y a su padre Peleo. Miré hacia Néstor y a mi alrededor buscando ayuda, pero Néstor permanecía inexpresivo, los compañeros de viaje estaban tan aterrorizados como yo y mi compañera estaba desmayada en el rincón del sofá. Me agaché y con mis dos manos intenté levantar la espada; cuando ya me daba por muerto, todo el cuerpo de Aquiles se fue recubriendo de una niebla blanca, espesa, azulosa y el terrible guerrero se desvaneció en el aire.

Los tres guerreros restantes estaban asombrados, Menelao continuaba en estado cataléptico, petrificado y el Prudente Néstor permanecía a un lado observando la cara de sorpresa de éstos; solté la empuñadura de la espada, al reincorporarme ellos se echaron hacia atrás, desenvainaron sus armas y se pusieron en guardia. Afortunadamente, el Prudente Néstor se adelantó y pronunció estas aladas palabras:

- Ya os decía yo mis carísimos amigos que no se debe menospreciar a ningún hombre por sus apariencias, ¿Habéis perdido la razón? ¡Guardad vuestras armas! ¿Es qué en nada estimáis la vida o es que habéis perdido enteramente el juicio? ¿No os dais cuenta de que no nos enfrentamos a un simple mortal? Oh, mi queridísimo rey, tenéis que aceptar que aquí no hay ninguna traición ni estamos en frente de ningún espía, sino en presencia de un hombre sabio y poderoso; preciso es que lo dejemos contar en sus propias palabras las razones que lo mueven a insultar a los reyes más poderosos de Grecia y a poner en duda los designios de los dioses. Por favor, poderoso forastero contestad como el corazón y el ánimo os lo ordene.

Odiseo estaba como una fiera encadenada; sin embargo, los otros dos guerreros casi habían recobrado su compostura y Menelao parecía estar saliendo de su letargo. Presentí que estábamos llegando al punto culminante de aquel drama y que era preciso utilizar un argumento certero y convincente que nos diera la libertad.

- Tenéis que oírme para que os diga lo que mi ánimo me ordena dentro del pecho y si algunas palabras desagradables he de deciros, que las arrebaten los vendavales y se las lleven. Lo que me mueve, sabio y prudente hombre, es la justicia; lo que me mueve es la salvación de todos estos inocentes atrapados en este barco, pues mi vida no importa nada; lo que me mueve, estimado y sabio hombre, es que por la flaqueza y falta de virtudes de hombre, un rey sea despojado de la más hermosa hembra y que este hecho sea utilizado como justificativo para destruir una bella ciudad junto con todos sus habitantes y que un guerrero noble y valiente pueda sucumbir por las truculencias políticas de quienes lo consideran estúpido y loco; lo que me mueve, es la ignominia de un adivino que no se conoce a sí mismo y las mentiras y traición de un hombre muy astuto que metió en esta absurda guerra a todos los reyes griegos y cuyas artimañas llevaron a Ifigenia a Áulide, a la captura de todos nosotros y al asesinato de tres hombres valerosos; lo que me mueve, sabio y prudente Néstor, es una desmedida frustración y sed de venganza por la muerte de una madre suplicante y por la muerte de un guerrero, a quien no le dieron la oportunidad de morir como un héroe en batalla, víctimas ambos de la intolerancia y de la estupidez de dos hombres soberbios y prepotentes.
- ¿Y de los dioses...qué dices?

Mis pretensiones, de que tenía en el prudente hombre un aliado, comenzaron a esfumarse y pensé que con su última pregunta Néstor me había tendido una trampa. ¿Qué podría yo contestarle para que no se nos vinieran encima y acabaran de una vez con todos? De inmediato me vino a la mente la imagen de la carnicería que Odiseo, su hijo y dos hombres más habían hecho en su palacio de Ítaca, cuando por su mano la divinidad hizo sucumbir a los ilustres pretendientes de Penélope; no quise imaginar lo que nos pasaría si, además de él, estaban los otros tres terribles guerreros. Por segunda vez advertí que los ojos de todos mis compañeros turistas estaban pendiente de mí, que seguían esperanzados en cada uno de mis argumentos y que con el movimiento de sus cabezas aprobaban todo lo que decía, aunque la mayoría de ellos, creo yo, no entiendía lo que hablaba. Mi compañera, que había recobrado el conocimiento, permanecía en el rincón del mueble bañada en lagrimas; al cruzar su mirada con la mía observé un dejo de admiración en sus cautivantes ojos negros y en sus labios una tierna e imperceptible sonrisa; todo ello hizo que una nueva dosis de adrenalina entrara como una ráfaga a mi torrente sanguíneo y la calma y el valor reaparecieran. “En el nombre de Dios” dije para mis adentros, me persigné e inicié mi respuesta:

FIN 7º CAP BLOG

2 comentarios:

Lilisú dijo...

Antes tenia curiosidad de saber cómo sería el final. Ahora no quiero qu ese termine...

Julian dijo...

Qué broma Lilisú, me gustaría extenderlo un poquito más, pero me da la impresión de que nuestros compañeros icreativos ni siquiera han leido un capítulo; los únicos han sido Ele y tú, que, afortunadamente, son los mejores lectores del mundo y ello me llena de orgullo.
Un abrazo.

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