Escritores venezolanos. Conversando y Escribiendo

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jueves, 17 de enero de 2008

Con el Alma partida en dos





Mientras estudiaba primaria en el colegio, asistía a clases de música en las tardes. Luego de un almuerzo tan apresurado que casi no respirabamos al comer, mi mamá nos trasladaba a mi hermana y a mí a un conservatorio que quedaba por Sabana Grande. Tenía solamente nueve años cuando mi madre nos inscribió en música. Disfrutaba muchisimo en la Escuela de música. Podía saltar, cantar, bailar en los pasillos y compartir con gente mayor que yo. Las horas de música eran para mí el alivio de la tensión constante que me producía la rigidez académica y la disciplina despiadada de un colegio de monjas; fría y árida a la vez. Estudié música durante nueve años. A los dieciocho años tenia siete años de Piano y había culminado estudios de Teoría y Solfeo, Historia y Estética de la música, Armonía y Canto coral. A los dieciocho años llego el momento de la verdad: ¿Qué voy a estudiar? Mis orígenes no son de gente pudiente y el dinero hacía falta en casa. Me inscribí en la universidad para estudiar Computación.
Al principio tocaba piano de vez en cuando en el tiempo libre que me quedadba en casa. A medida que la carrera fue avanzando y haciéndose mas exigente, me fue imposible cumplir con mis obligaciones academicas y continuar dedicando tiempo al piano. El piano, junto con los estudios de música, tuvo que desaparecer al menos formalmente. Mientras estudiaba en la Universidad y luego de graduarme de Ingeniero, me interesaban cada vez más y más las artes. Leía y escribía cuentos; asistía a conciertos; enseñaba piano a niños del este de la ciudad. No puedo negar que las matemáticas me encantaban en el bachillerato y que la computación es un mundo increíblemente creativo. Sin embargo, la ciencia es extremadamente celosa. Generalmente, la jornada laboral consume más de las ocho horas y al final del día estoy tan cansada que no queda espacio para conversar con aquella parte de mí que con los años ha quedado relegada. Luego de varios percances personales y sucesivas mudanzas, perdí el piano y algunos otros instrumentos musicales que tocaba en aquel entonces. Todavían me quedan algunas partituras de las clases que recibí en aquella época de luz. Hoy tengo un pequeño teclado semi-infantil. Una compañera de trabajo que se fue a vivir a España me lo regaló. Un dia llegó al trabajo cargando con el teclado de cinco octavas y me dijo que sus hijos no lo estaban usando y que me lo podia quedar. En ese momento, no comprendí la trascendencia de este regalo. Le agradecí de todo corazón su gesto y seguí cumpliendo con mi trabajo. Cuando llegue a mi casa, elegí un espacio para el teclado, lo conecte y comencé a tocar las primeras notas. Fue en ese instante que comencé a llorar desconsoladamente... Una parte de mi alma, que estaba sepultada en vida, estaba renaciendo en ese momento. Jessica, la mayor de mis sobrinas, tiene mucha facilidad para las matematicas y para las artes tambien. Ha asistido a clases de teatro, clases de música, canto y clases de baile. Ademas ha escrito algunos poemas. Jessica fue aceptada en la Universidad Simón Bolivar para estudiar Ingeniería Mecánica y también fue aceptada en la Universidad Católica para estudiar periodismo. Tiene dieciocho años y ha elegido la ingeniería. La Universidad Catolica le guarda el cupo por un periodo de cinco años. En este momento acaba de dejar las clases de baile. No sé como explicarle lo dificil que es vivir con el alma partida en dos.

3 comentarios:

aba dijo...

Un relato real, vivo, lleno de emociones, de una tristeza en el tiempo recogido en un instante...
el pasado llega a veces para hacernos llorar... éxito, Alex.

Julian dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Julian dijo...

No sabía que tenías esas inquietudes tan hermosas. Me hiciste recordar a los muchachos y muchachas de las orquestas infantiles y juveniles y, a la vez, sentí algo extraño pues al igual que tú, algunos de ellos pasarán por esa emoción de consagrarse o por la tristeza de seguir otro camino. Con razón se dice que toda decisión implica un sacrificio y que la vida nos dice si la que se tomó fue la mejor. Un abrazo.

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