En Silencio

Es curioso como estamos todos conectados.

Estaba buscando por Internet la localización de la Plaza Las Morochas en el Municipio Chacao, y me consigo un enlace a la página de un joven que da clases de Yoga.

Cuando leo el perfil del maestro de Yoga, me doy cuenta de que es músico y además tiene el nombre de un niño que conocí hace mas de 30 años en la escuela de música donde yo estudiaba ¿Será el mismo? No lo pude averiguar y sin embargo, comencé a buscar lo relacionado a la escuela de música donde estudié y llegue a dos o tres conocidos en varios enlaces de Google e incluso a un grupo en Facebook que tiene el nombre de la escuela. Por curiosidad, entré al grupo de Facebook y no había nadie conocido de la escuela. Entre a curiosear el álbum de fotografías del grupo en Facebook y conseguí fotografiado en varias fotos un primo mío con quien nos relacionamos varios años en nuestra niñez mi hermana y yo, y que aparece como amigo de los alumnos de la escuela pero nunca estudió allí.

Por una parte tuve que aceptar la desaparición de la escuela que yo conocía. Pasamos nueve años estudiando y ahora no queda nadie ni siquiera en una foto que aparezca en el recorrido histórico de la vida que tuvimos allí todo ese tiempo. Ni profesores, músicos, alumnos, ni gente que aparece en las fotos tiene que ver con la escuela que yo viví. Parece que lo que vivimos no hubiese existido. Es una sensación extraña como si algo hubiese fallecido y nadie se hubiera dado cuenta de cuando sucedió. Buscas los “restos” y no consigues prácticamente nada…

Por otro lado, me pareció asombroso llegar a mi primo de esta manera tan extraña. Debe ser verdad eso de que para conocer a alguien solo necesitas un eslabón de seis personas. Por ejemplo, si quieres conocer a Obama, dice la teoría que necesitas conocer a seis personas para llegar a él. Es decir, ir estableciendo una cadena humana de seis enlaces te lleva a la persona con la que deseas encontrarte. De allí, la película: Seis grados de Separación. Este no es exactamente el caso pero lo experimenté virtualmente. Quizás con la Internet se reduzca a menos pasos para llegar a lo mismo.

Pensando en mi primo, cuando lo vi en las fotos, recordé que había cumplido años hacía un mes y no lo llamé. Se me olvidó completamente. Es raro porque en esa fecha lo llamo o le escribo y esta vez no lo hice. Quizás mi corazón no quiere que desaparezca este lazo como desapareció aquel otro: en silencio.