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lunes, 20 de julio de 2020

LA MALDICIÓN ATRIDA


                                                                        
Homero


     A los Atridas se los reconoce como los descendientes de Atreo, rey de Micenas, de allí el nombre del linaje. Una estirpe maldecida por los dioses y los hombres, ya que se fundó en la desobediencia y atropellos a éstos y con el derramamiento de sangre inocente y otros no muy inocentes. Oscuros tiempos de profundos enfrentamientos familiares, cuyo destino estuvo marcado por el asesinato (parricidio, matricidio, filicidio, fratricidio) e incesto, entre otras abominaciones.

     Todo en un ciclo de venganzas que se inicia en el Olimpo y que no finalizó hasta que Orestes, un nieto de Atreo, fue llevado a juicio y absuelto en el Areópago de Atenas. 

     Esta es la historia que comenzó con un pecado contra los dioses, una transgresión que fue más allá de los límites humanos, reclamando venganza divina, difundiéndose en el espacio y en el tiempo a lo largo de varias generaciones, creando un linaje desventurado y una descendencia maldecida, como veremos en la siguiente cronología. 

     Tántalo, el rey de Lidia (el reino de Lidia fue una región histórica situada en el Oeste de la península de Anatolia) era hijo de Zeus y Pluto, una diosa fluvial hija de Atlas, el hermano de Prometeo, Epimeteo y Menecio. Zeus sentía gran cariño por Tántalo y normalmente lo invitaba al Olimpo a almorzar y a escuchar las conversaciones sagradas y secretas de los dioses. No obstante, Tántalo abusó de este privilegio y lo aprovechó para robar los manjares (Néctar y Ambrosía) de los dioses y posteriormente, al llegar de nuevo a su territorio, vanagloriabase de su grandeza y de conocer los secretos mencionados por los dioses. Su descaro llegó a tal punto, que preparó un banquete e invitó a los dioses del Olimpo, con la intención de demostrar que estos no eran tan sabios como se decía; para ello, asesinó a su hijo Pélope y se lo sirvió a los dioses en el banquete. 

     Él creyó que los dioses no se enterarían de lo que comerían, pero estaba equivocado ya que lo supieron desde el primer momento, salvo Démeter quien, sin darse cuenta, por estar como siempre pensando en su hija Perséfone, secuestrada y desposada por el dios Hades, se comió el hombro izquierdo de Pélope. En castigo los dioses enviaron a Tántalo al Tártaro, el lugar más oscuro y frío del Hades. Inmediatamente, los dioses se encargaron de reconstruir y revivir el cuerpo de Pélope y para hacerlo con su hombro izquierdo designaron a Hefesto, el herrero del Olimpo, quien lo hizo maravillosamente utilizando marfil de Delfin. Tántalo fue condenado a padecer hambre y sed eternamente y Pélope fue invitado por los dioses para ser el copero del Olimpo. 

     Sin embargo, fue expulsado de allí pues cometió el mismo error de su padre y se dedicó a robar los alimentos de los dioses. Fue exiliado a un territorio muy lejano llamado Olimpia, cuyo rey era Enómao, que tenía una hija bellísima llamada Hipodámia y a quien él no podía permitir que se casara, pues el oráculo le había anunciado que habría de ser muerto por su yerno. 

     Para asegurar su futuro, él desafiaba a los pretendientes de su hija a una carrera de carros, con la promesa de entregar la princesa a quien ganara y la muerte al que perdiera; lo último siempre ocurría pues el áuriga (el cochero) del Rey dañaba las ruedas de los carros de los pretendientes. Cuando Pélope se presentó, la princesa se enamoró de él y le hizo saber que Mirtilo (el áuriga) la galanteaba y estaba loco por ella y que lo dejaría ganar si le hacía una buena oferta. Así lo hizo y le ofreció la mitad del reino y una noche con la princesa. Éste, muy contento y agradecido lo compensó dañando las ruedas del carro del rey.

Árbol Genealógico

     Se efectuó la carrera y cuando el rey casi se sentía ganador le extrañaba que el carro de Pélope continuara andando, entonces se soltaron las ruedas de su carro y cayó medio muerto entre las ruedas, Pélope procedió a rematarlo y, para no cumplir su promesa, también mató a Mirtilo, que por cierto era hijo de Hermes y la amazona Mirto, y este lo maldijo antes de morir, extendiendo la maldición a toda su familia. Esa fue La Maldición Atrida que habría de impactar a varias generaciones, que incluyen a Atreo y su prole: Agamenón, Menelao y a los hijos de Agamenón en Clitemnestra: Ifigenia, Electra, Crisótemis y Orestes, así como sus hijos en Casandra: los gemelos Telédamo y Pélope (en honor a su bisabuelo); también, incluiría a Tiestes y sus hijos: Áglao, Calileonte, Orcómeno, Pelopia y Egisto. De allí proviene la maldición, que como se puede observar, ocurrió antes del nacimiento de Atreo, de quien heredó su nombre.

     Pélope tuvo varios hijos con Hipodámia, dos de ellos eran los gemelos Atreo y Tiestes, quienes por celos e impulsados por su madre asesinaron a Crísipo, quien era hijo ilegítimo de Pélope y su favorito para sucederlo en el trono. Algunos dicen que era hijo de una esclava, pero otros señalan que era otro hijo de Hipodámia. Los tres fueron desterrados a Micenas, pero Hipodamia se suicidó al no soportar la sucia rivalidad de sus hijos gemelos. En Micenas reinaba Esténole, a quien el Oráculo había anunciado que su sucesor sería el hijo de Pélope que encontrara un cordero con lana de oro. Cuando el rey murió, Atreo y Tiestes se enfrentaron por el trono y el que halló el cordero fue Atreo, quien se lo contó a su mujer, Aérope (la madre de Agamenón y de Menelao) y lo escondió. 

    Lo que no sabía Atreo es que Aérope era la amante de Tiestes y ésta le echó el cuento para que buscara el cordero y solicitara ser nombrado rey. Sin embargo, Zeus no aceptó el nombramiento directo y le propuso una alternativa a Atreo para que él fuese proclamado rey de Micenas. La propuesta era adivinar por dónde saldría y por dónde se oculatría el Sol al día siguiente y que fuese Tiestes el primero en decidir. Como es natural, Tiestes estuvo de acuerdo y dijo que el Sol, como siempre, saldría por el Este y se ocultaría por el Oeste. Aquí fue donde intervino Zeus y logró lo imposible haciendo que, al día siguiente, el Sol saliera por el Oeste y se ocultara por el Este. 

     Atreo fue nombrado Rey y lo primero que hizo fue desterrar a su hermano y lanzar al mar a su esposa Aérope hasta ahogarla, para cobrarse su infidelidad. Pasado algún tiempo, para vengar el adulterio y pretendiendo estar arrepentido, Atreo invitó a su hermano a un banquete para hacer las paces. Tiestes aceptó muy contento y bebió y comió hasta hartarse. 

     Cuando Atreo lo vió en su momento más alegre, le presentó una bandeja con las cabezas, manos y pies de tres de sus hijos: Orcómeno, Áglao y Calileonte. Tiestes horrorizado repitió la maldición (sin saberlo) que había proferido el Áuriga algunos años atrás. A partir de este incidente, la maldición toma el nombre de Atreo. Cegado por la venganza, Tiestes acudió al Oráculo de Delfos, donde le indicaron que para obtener la añorada venganza tendría que tener descendencia con su propia hija Pelopia y que ese hijo maldito mataría a Atreo. Tiestes y Pelopia se refugiaron en la corte del rey Tesproto en el Epiro y una noche, amparado por la oscuridad, Tiestes la violó en secreto y desapareció, sin percatarse de que durante la violación Pelopia le había arrebatado la espada. 
Aerope y Tiestes

    Cuando el producto de la violación nació, su madre, avergonzada, le abandonó en el campo donde fue criado por unos pastores que lo llamaron Egisto. Según otras versiones, Atreo le dio el nombre. Se produjo en Micenas una terrible esterilidad de la tierra y la correspondiente escasez de alimentos, ocasionados por el crimen de Atreo al asesinar a sus sobrinos. El oráculo predijo que para que terminase la escasez, hiciese volver a Tiestes al reino. 

    Atreo llegó a la corte del rey Tesproto, porque pensaba que Tiestes estaba allí. Vio a Pelopia y creyendo que era hija de Tesproto, le pidió al rey que se la diese en matrimonio. Tesproto, para no provocar ninguna sospecha, le concedió a Pelopia. Atreo se casó con ella, se enteró de la existencia de Egisto y ordenó que se le buscara, se lo llevó con ellos y lo educó como si se tratase de su propio hijo.

    Cuando Egisto creció, Pelopia le regaló la espada de su violador, sin contarle su historia. Con la idea de finalizar su venganza por lo del adulterio, Atreo envió a sus hijos, Agamenón y Menelao, a Delfos para capturar a Tiestes, pues se proponía darle muerte; en otra versión, se indica que fue Egisto el encargado de apresar a Tiestes. Éstos cumplieron la orden y regresaron trayendo a Tiestes, a quien Atreo inmediatamente sentenció a muerte, para lo cual nombró a Egisto como su verdugo. En el preámbulo de la ejecución, cuando Tiestes vió la espada que llevaba Egisto la reconoció de inmediato, lo interrogó sobre su procedencia y Egisto respondió que se la había regalado su madre. 

Tiestes suplicó que le trajesen a Pelopia y al tener a su hija enfrente le reveló lo del asesinato de sus hermanos y el secreto del nacimiento de Egisto. Ella, avergonzada, tomó la espada y se dio muerte. Egisto levantó la espada ensangrentada, se la llevó a Atreo y lo mató. 

     Hay otra versión, mediante la cual se indica que después que Tiestes confesara a Egisto los detalles de su origen, éste se fue a conversar con su madre Pelopia y ella, al reconocer la historia, tomó la espada y se suicidó, tras lo cual Egisto se presentó ante Atreo con la espada recién utilizada. Éste, creyendo que Tiestes estaba muerto, dió expresivas muestras de su alegría. Egisto lo mató cuando estaba ofreciendo un sacrificio a la orilla del mar y coronó en su lugar a Tiestes como rey de Micenas. Con Tiestes firmemente asentado en el trono, Agamenón y Menelao se vieron obligados a huir. Esta vez se dirigieron hacia Esparta, donde el rey Tindáreo los recibió cordialmente. 

    Cuando Agamenón y Menelao fueron adultos decidieron recuperar el trono de Micenas que legítimamente les correspondía por herencia. Ayudados por el rey Tindareo, atacaron Micenas e hicieron huir a Tiestes y a Egisto, reclamando Agamenón el trono para si mismo. Una vez derrocados encontraron a Tiestes refugiado en el templo de Hera y le obligaron a jurar que se iría exiliado por toda su vida a Citeria, donde finalmente moriría. No se especifica ni se menciona el paradero de Egisto. Pasado algún tiempo el rey Tindareo desposaría a sus hijas Clitemestra y Helena con Agamenón y Menelao, respectivamente, y cuando Tindáreo murió, fue sucedido en el trono de Esparta por Menelao. Los matrimonios de Clitemnestra y Helena están ambos llenos de episodios trágicos y grotescos, consecuencia de La Maldición Atrida. 

     Según la mitología, Tántalo, llamado el Segundo, fue rey de Pisa, hijo y heredero de Broteas o, según otras fuentes, de Tiestes, uno de los hijos de Pélope, y descendiente en ambos casos del Tántalo original, en cuyo honor recibió su nombre. Se dice que él fue el primer marido de Clitemnestra y murió a manos de Agamenón, quien luego obligaría a la viuda a ser su esposa. También se cuenta, que Agamenón le arrebató violentamente de su pecho al hijo recién nacido de Clitemnestra y lo mató arrojándolo contra el suelo. Estas acciones y otras posteriores marcan la continuación de la Maldición y los inicios del odio que Clitemnestra alimentaría contra Agamenón, a quien le tuvo cuatro hijos: Ifigenia, Electra, Crisótemis y Orestes. Con relación a Helena, a veces conocida como Helena de Troya o Helena de Esparta, es un personaje de la mitología griega cuyo nombre tiene el significado de “tea” o “antorcha”. Era considerada hija de Zeus y pretendida por muchos héroes debido a su gran belleza. Helena fue reconocida por su belleza desde que era una niña. 

    Un día, mientras participaba danzando en un sacrificio en el santuario de Artemisa Ortia en Esparta, fue sorprendida y raptada por el héroe Ateniense Teseo en compañía de su amigo Pirítoo. (Teseo era un rey de Atenas, hijo de Etra y Egeo, aunque según otra versión su padre fue Poseidón, el dios del mar y hermano de Zeus y Hades. Él y Peritoo eran amigos inseparables y participaron juntos en las hazañas maravillosas de su época, como lo fueron la Expedición de los Argonáutas, la caza del Jabalí de Calidón y la lucha contra Los Centauro, entre otras.) Ambos tenían el deseo de casarse con hijas de Zeus, Teseo con Helena que aún era una niña y Peritoo con Perséfone, la esposa de Hades e hija de Démeter. Dejaron a Helena en custodia de Etra, la madre de Teseo y luego decidieron bajar al Hades en busca de Perséfone, donde fueron hechos prisioneros por Hades. Cuando Teseo y Pirítoo hubieron descendido al Inframundo, Hades les tendió una trampa en un banquete, donde se quedaron pegados en sus asientos. 

Cerbero



    Cuando Heracles, en su duodécimo trabajo fue en busca de Cerbero (éste era el perro del dios Hades, un monstruo de tres cabezas en la tradición más común) estando ya cerca de las puertas del Inframundo, los encontró encadenados. Al ver a Heracles tendieron sus manos hacia él, como si fuesen a ser resucitados gracias a la fuerza de este. A Teseo, agarrándolo de la mano, logró alzarlo, pero tuvo que abandonar a Pirítoo ya que, al intentar levantarlo, tembló la tierra, por lo que este se quedó para siempre en el Inframundo. Helena fue liberada por sus hermanos Castor y Polux, los Dióscuros. Cástor y Pólux fueron dos hermanos gemelos nacidos de la misma madre, Leda, pero de distintos padres. Leda era hija de Testio rey de Etolia y esposa del rey Tindáreo de Esparta. Cuenta el mito que Leda era una mujer muy hermosa, tanto que el propio Zeus la deseaba. 

    Un día, mientras ella caminaba junto al río Eurotas, se encontró con un hermoso cisne que escapaba del ataque de un águila. Leda lo protegió y se dejó seducir por éste, que resultó ser el propio Zeus transformado. Esa misma noche Leda también se unió a su esposo y como consecuencia, puso dos huevos: de uno nació Polux y Helena, hijos inmortales de Zeus y del otro Castor y Clitemnestra, hijos mortales de Tindáreo. Cierto tiempo después del secuestro, Tindáreo pensó que había llegado el momento de casarla, y al conocerse la noticia comenzaron a llegar muchos pretendientes ricos y poderosos de toda Grecia, atraídos por la fama de su gran belleza y porque ella y su esposo reinarían en Esparta.

     Odiseo, en astucia a Zeus comparado, fue uno de los pretendientes y cuando se percató de que no tendría oportunidad, pues la riqueza de otros pretendientes era muy superior a la suya, no se preocupó en enviar regalos ni hacerle atenciones a Helena y más bien, se dedicó a conquistar a Penélope una prima de ella. Ante el temor de Tindáreo, en cuanto a la reacción que pudiesen tener los poderosos pretendientes rechazados, Odiseo le aconsejó que les hiciera jurar a todos que aceptarían su decisión en la selección del esposo de Helena y que, además, tendrían la obligación de acudir en auxilio del elegido ante cualquier ultraje cometido contra su matrimonio. El seleccionado fue Menelao el hermano de Agamenón; por su parte, Odiseo logró que Tindáreo le ayudase a obtener la mano de Penélope. Enviado a hacer tratos diplomáticos a Esparta, Paris el príncipe Troyano, hijo de Príamo y Hécuba, se enamoró de Helena y, con la ayuda de Afrodita, la raptó o la sedujo y se la llevó de regreso a Troya. Todos los reyes y príncipes de Grecia fueron llamados y acudieron a cumplir su juramento. Se concretó el ofrecimiento de Afrodita de ayudar siempre a Paris y, por otra parte, la venganza de Hera y Atenea cuando comienza la Guerra de Troya. 

     Ahora veremos las razones del ofrecimiento de Afrodita y la venganza de Era y Atenea. Ambos sucesos ocurrieron en la boda de Tetis y Peleo, los padres del poderoso Aquiles. Tetis era una de las cincuenta Nereidas, hijas del “anciano dios de los mares” Nereo y de la oceánide Doris. Fue educada por Hera, que siempre la ayudó. Tanto Poseidón como Zeus estaban interesados en ella, pero una profecía de Temis (la diosa de La Justicia en la mitología Griega) les reveló que el hijo de Tetis sería más poderoso que su padre, así pues que los dioses, temerosos de las posibles consecuencias, arreglaron su matrimonio con un mortal. Para ello enviaron a Iris (que es con Hermes mensajera de los dioses) para encontrar un mortal que quisiese unirse a Tetis. Iris fue a ver al centauro Quirón, uno de los más famosos sabios de la antigüedad, que más tarde sería tutor de Aquiles.

     Entre los discípulos de Quirón destacaba por su hermosura, inteligencia y valentía el joven Peleo, a quien tenía en gran estima y por ello fue el seleccionado. Peleo cortejó a Tetis pero ésta, sintiéndose humillada por la imposición de los dioses, le rechazó. Ante esta difícil situación, Quirón aconsejó a Peleo que buscase a la ninfa del mar cuando estuviera dormida en la cueva a la que solía ir y la atase fuertemente para evitar que escapase cambiando de forma como era su costumbre. Así lo hizo ella, transformándose en fuego, tigre, leon, serpiente y por último en sepia, pero Peleo se mantuvo firme con las fuertes amarras hasta que la diosa se dio por vencida y de esa manera logró conquistarla. Tetis consintió en casarse con él, aunque sin amor ni interés.

     La boda de Tetis y Peleo se celebró en el monte Pelión, la morada de Quirón, y a ella asistieron todos los dioses. Allí celebraron el matrimonio con un banquete. En la boda, Quirón le regaló a Peleo una lanza de madera de fresno y Poseidón los caballos inmortales, Janto y Balio, que acompañarían a Aquiles hasta la hora de su muerte. Sin embargo, Eris “la diosa de la discordia” no fue invitada. Aún así, se presentó a la boda y arrojó una manzana dorada, del Jardín de las Hespérides, en la cual escribió “Para la más hermosa”. La manzana, conocida como “La manzana de la Discordia”, fue solicitada por Hera, Atenea y Afrodita, reclamando cada una de ellas ser la más hermosa. Zeus resolvió el asunto nombrando árbitro a Paris, un príncipe de Troya, joven hermoso y fuerte que dominaba el arte de la música, que había sido criado como pastor a raíz de una profecía de su hermana Casandra, según la cual sería el causante de la caída y destrucción de Troya. Este acto es catalogado en la mitología Griega como “El Juicio de Paris”.
Atenea

     Las diosas quisieron sobornar a Paris: Atenea le ofreció sabiduría, destreza en la batalla y las habilidades de los grandes guerreros; Hera le ofreció poder político y el control de toda Asia y Afrodita le ofreció el amor de la mujer más bella del mundo. Paris concedió la manzana a Afrodita, y regresó a Troya. La diosa Afrodita había prometido al príncipe troyano el amor de Helena, como premio por haber decidido a su favor en el concurso de belleza que la había enfrentado a Hera y Atenea.

     Según el mito, unos años después, Paris llegó en misión diplomática a Esparta, donde fue recibido hospitalariamente por Menelao y Helena. Sin embargo, durante su estancia, Menelao tuvo que viajar a Creta para asistir al funeral por la muerte de su abuelo materno, Catreo. Afrodita provocó que Helena se enamorase de Paris, y los amantes huyeron juntos de Esparta con el tesoro de Helena, mientras Menelao se encontraba aún en Creta. Se unieron por primera vez en una isla de localización incierta llamada Cránae. Hera les envió una tempestad terrible para interrumpir el viaje, lo cual no logró detenerlos y, tras pasar por Chipre y Fenicia, llegaron a Troya. Advertido por Iris, Menelao se apresuró a volver a Esparta, lugar en que, acompañado por Agamenón, convocó a todos los jefes que habían prestado juramento a Tíndaro, para que acudieran en su ayuda cuando las circunstancias lo hicieran necesario.

     Todos los juramentados se presentaron para ayudar a Menelao a recuperar a Helena, pero en realidad no fueron todos como aclararemos más adelante. Agamenón fue nombrado comandante de todos los ejercitos Aqueos. El uso del término “Aqueos” es utilizado para designar de forma conjunta a los componentes de la coalición de territorios que marchó a la guerra de Troya. Las principales ciudades de los Aqueos fueron: Micenas (su capital), Esparta, Tirinto, Pilos, Atenas, Ftía, Yolcos, Tebas y Orcómeno, controlando también asentamientos en Macedonia, Epiro y algunas otras islas del Egeo. En esta cronología utilizaremos indistintamente los términos Griegos y Aqueos. Quizás la hazaña más renombrada llevada a cabo por los Aqueos sea ésta que estaba a punto de comenzar con el asedio de 10 años a la ciudad de Troya. Con esta aventura, continuaba La Maldición Atrida y se iniciaba la venganza de Era y Atenea que decidieron dar soporte a los Griegos en su lucha contra Troya. 

     Es interesante destacar que, como indicamos anteriormrnte, hubo dos intentos famosos para tratar de no acudir a la convocatoria de Menelao y Agamenón. 

     Por una parte, a pesar de su fama como guerrero y hombre fuerte, uno de los que intentó no acudir a esta cita fue Odiseo, para lo cual fingió estar loco para no ir a la guerra. Cuando Menelao y Palámedes llegaron a Ítaca para reclutarlo, empezó a arar la playa sembrando sal. Palámedes no del todo convencido, tomó al bebé Telémaco, hijo de Odiseo, y lo puso en la playa por donde iba a pasar el arado. Odiseo al verlo lo esquivó, quedando al descubierto y tuvo que presentarse ante el ejercito Aqueo. El otro fue Aquiles, aunque no por voluntad propia, sino por su madre Tetis para alejarlo de la guerra, pues sabía lo que le sucedería en Troya. Ella escondió al jóven en la corte de Licomedes, rey de Esciro; allí fué disfrazado de doncella, con el nombre de Pirra “pelirroja”, para vivir entre las hijas de Licomedes. Con una de ellas, Deidamía, tuvo a su primer y único hijo, Neoptólemo. Odiseo, en astucias a Zeus parecido, supo por el adivino Calcas que serían incapaces de capturar Troya sin la ayuda de Aquiles. Entonces Ulises utilizó su famosa astucia y se marchó a Esciro disfrazado de vendedor ambulante, vendiendo ropas y joyas femeninas entre las que puso un escudo y una lanza. Cuando Aquiles inmediatamente tomó la lanza, Odiseo lo descubrió y lo convenció para unirse a la campaña de Troya. 

    Según otra versión, Odiseo tocó una trompeta de alarma mientras estaba con las mujeres de Licomedes. Éstas huyeron presas del pánico y Aquiles tomó la lanza y el escudo y se preparó para defender la corte, desvelando así su identidad. El ejercito Aqueo constaba de mil ciento ochenta y seis concavas naves, incluyendo un centenar de naves de Agamenón, y cerca de sesenta mil soldados Aqueos. 
Caballo de Troya


     En su camino hacia Troya asaltaron y destruyeron varias ciudades y hubo un par de acontecimientos que vale la pena referir. El primero ocurrió al inicio de la congregación de las naves en el Puerto de Áulide, en Beocia. Estando toda la flota Aquea concentrada en el puerto, dispuesta a partir a luchar en la guerra de Troya, fue detenida por la ausencia de vientos favorables. La razón era que Agamenón se había ganado la cólera de la diosa Artemisa, por no haberle cumplido con unos compromisos ofrecidos durante una cacería. 

    Otros dicen que su error fue jactarse de ser mejor cazador que la diosa. El adivino Calcante (o Calcas, era un adivino de Micenas, el más hábil de su tiempo y el que mejor conocía el pasado, presente y futuro. Apolo le había concedido el don de la profecía. Era hijo de Téstor y nieto del dios) fue consultado para saber cómo aplacar a la diosa y la respuesta fue que se debía sacrificar a la hija más hermosa de Agamenón en nombre de la diosa Artemisa, para que ésta los dejara partir. El rey al principio se negó pero, presionado por su hermano Menelao, tuvo que enviar un mensaje a Clitemnestra para que hiciera viajar a su hija Ifigenia desde Micenas hasta Áulide, con el falso pretexto de casarla con Aquiles. Agamenón trató de impedir el sacrificio, enviando secretamente otra carta a Clitemnestra, en la que le decía que no enviara a su hija, pero esta carta fue interceptada por ordenes de Menelao y no llegó a su destino. Al no haber otra solución, Agamenón consintió en hacer el sacrificio. Clitemnestra acompañó a su hija en ese viaje. En el campamento griego se encontró con Aquiles, que nada sabía de su proyectada boda con Ifigenia, y ambos descubrieron el engaño de Agamenón. Este sería el primer encontronazo de Aquiles con Agamenón, pues en vista del engaño estaba dispuesto a liberar a Ifigenia costara lo que costara. Desesperada, Clitemnestra le cuenta a su hija lo del engaño de Agamenón y ésta le implora a su padre por su vida. Agamenón decide, ante la oposición de los jefes militares griegos, renunciar a la empresa y volver con la flota a Grecia, momento en el cual Ifigenia se ofreció voluntariamente al sacrificio a favor del éxito de la expedición contra Troya. 

    Según cuenta la versión más conocida, cuando el sacrificio se iba a realizar, la diosa Artemisa se apiadó de la jóven y puso en su lugar una cierva. Se llevó a Ifigenia a Táuride, y allí fue convertida en sacerdotisa del templo de Artemisa, donde sería la encargada de iniciar los ritos de los sacrificios humanos, a los que se sometía a cualquier extranjero que llegara al país. 

    Sin embargo, en Aulide el sacrificio fue presenciado por todos, aunque Ifigenia no fue la víctima, y Clitemnestra, en venganza por la muerte de su hija, juró matar a Agamenón cuando éste regresara de la Guerra de Troya. Una vez resuelto el problema con Artemisa, el ejercito Aqueo siguió su rumbo hacia Troya y La Maldición Atrida, que “cobró una nueva victima” de la familia, siguió su curso. Los griegos ponen sitio a la ciudad de Troya e intentan tomarla durante diez años, pero los troyanos bajo el mando de Héctor, el más fuerte de entre éstos, resisten. Durante ese tiempo sucederían muchas eventualidades, unas a favor de los Griegos comandados por Aquiles en el campo de operaciones y otras a favor de Los Troyanos comandados por Héctor, un principe Troyano hijo de Príamo y Hecuba, reyes de Troya. 

     Una de las situaciones que vale la pena mencionar y que puede atribuirse a La Maldición Atrida, es un incidente que de casualidad no provocó la pérdida de la guerra, pues los Griegos se dedicaron en plena acción contra Troya, a atacar y saquear pueblos de los alrededores. En una de esas escaramuzas arrasaron la ciudad de Crise y tomaron prisionera a dos hermosas doncellas: Criseida y su prima Briseida, la primera era la hija de Crises, el sacerdote de Apolo en la ciudad Misia de Crise (Misia es una antigua región situada en la parte noroccidental de la península de Anatolia). En el primer libro de la Ilíada se narra cómo los griegos saquearon el lugar y cuando se las entregaron, como botín de guerra, a Agamenón y a Aquiles, repectivamente; Agamenón la hizo esclava y concubina, y se negó a devolverla a su padre, a pesar del inmenso rescate ofrecido por el desesperado padre. 
Aquiles


     Por su parte, Aquiles y Briseida se enamoraron perdidamente desde el principio. Después de varios intentos para liberar a su hija y ante la negativa rotunda de Agamenón, Crises imploró entonces ayuda a Apolo, quien envió una peste terrible a los ejércitos Aqueos. Al cabo de nueve días, varios centenares de muertos y gracias a la presión de Calcante, de Aquiles, del prudente Néstor y otros héroes Aqueos, Agamenón consintió en devolver a Criseida a su padre y ofrecer una Hecatombe (que era literalmente un sacrificio de cien bueyes) a Apolo para aplacar su ira y detener la plaga. Pero en compensación tomó a Briseida, que estaba en posesión de Aquiles, quien tuvo que entregarla en contra de su voluntad. Este fue su segundo encontronazo con Agamenón y su cólera fue tan terrible que rechazó seguir adelante con el asedio a Troya. Incluso pidió a su madre Tetis, que implorase a Zeus que la fortuna de la batalla sonriese a los troyanos, como así ocurrió durante cierto tiempo. A partir de ese momento Héctor arremetió contra las fuerzas Griegas, causandoles numerosas pérdidas. Los troyanos incluso llegaron a enfrentarse a ellos en el propio campamento Aqueo situado junto al mar. Patroclo, el más grande e insuperable amigo de Aquiles, le suplicó que regresara a la batalla o lo dejara a él hacerlo con su armadura y éste no aceptó. 

    No obstante, cuando los troyanos los rodearon y amenazaban con incendiar los barcos de los griegos, aceptó que su mejor amigo y compañero de fatigas entrase en combate en medio de toda la confusión. Patroclo se vistió con la armadura de Aquiles, tomó sus armas y se convirtió en el héroe de la batalla, ya que los troyanos le tomaron por Aquiles y comenzaron a dispersarse, pues ya se había encargado antes de ponerles de rodillas. Pero aunque pudiese parecer el propio Aquiles, no lo era, y Héctor, príncipe de la corona troyana, se dio cuenta de ello, lo enfrentó, le mató y se hizo con la armadura y armas del héroe griego. 

     Aquiles montó en cólera cuando supo la noticia de que su mejor amigo había muerto. Tetis supo entonces que no podría detener a su hijo, por lo que, resignada por su suerte, llamó a Hefesto para que le hiciese nuevas armas y una nueva armadura. Aquiles se reincorporó a las fuerzas Griegas y mató a Héctor en un combate muy corto. Ató el cuerpo del troyano a la parte trasera de su cuadriga, y lo arrastró de manera deshonrosa alrededor de las murallas de Troya. Lo llevó hasta donde estaba el féretro de Patroclo en el campamento Aqueo y se negó a proporcionarle un entierro digno. Solamente, tras la intervención de su madre Tetis, accedió a recibir a Príamo, que con la enorme pena de haber perdido a su hijo hizo entrar en razón a Aquiles para poder honrar a Héctor. Posteriormente, Paris conseguiría, con la ayuda de Apolo, matar a Aquiles hiriéndole con una flecha en el talón, su único punto vulnerable y sólo conocido por el dios, quien dirigió la flecha al mortal sitio.

     Ante la muerte de Aquiles, Ulises duda de la victoria directa e idea un plan para tomar a Troya. Construyen un caballo de madera y lo dejan como ofrenda ante las puertas de la ciudad. Se retiran y se esconden las naves con los hombres tras una isla cercana. Dentro del caballo se encuentran los griegos más valerosos al mando de Ulises. Mientras esto sucedía, Cassandra junto con Laocoonte, el sacerdote de Apolo en Troya, le advirtieron a los reyes y al pueblo que el caballo de madera era una trampa.

     Casandra era una princesa Troyana hija de Príamo y Hécuba. Era una joven ambiciosa y quería tener un don especial de adivina, por lo que suplicó por mucho tiempo, al dios Apolo, para que le concediera el poder de la clarividencia y así poder predecir el porvenir. Apolo, enamorado de la bella joven, decidió concedérselo una vez que ésta le hubiese entregado su amor. Cuando ya le había concedido su deseo, Casandra renegó de su amor por Apolo, lo que enfureció al dios. Éste, al verse humillado por una simple mortal, decidió maldecirla.

     A partir de entonces podría adivinar el futuro con toda precisión, pero no podría evitar los acontecimientos ya que nadie creería jamás sus predicciones. Además de lo del caballo, también predijo, al nacer Paris, que él sería el causante de la destrucción de Troya y además predijo la muerte de Laocoonte y sus hijos por denunciar lo del caballo; posteriormente, haría otras predicciones que, al igual que todas las anteriores, nadie creyó. Cuando los troyanos introducen el caballo en la ciudad y se hace de noche los Aqueos salen del caballo, hacen señales a las tropas escondidas y abren las puertas de la ciudad. El resto de los griegos penetra en Troya y consiguen conquistarla. Cuando la ciudad cayó en manos griegas, Casandra huyó a refugiarse al templo de Atenea con la esperanza de no ser encontrada, pero el gigante Ajax o Ayante, (el hijo de Telamón, rey de Salamina, y Peribea) la halló y la condujo al campamento Aqueo. Una vez allí, se distribuyó el botín entre los conquistadores y ella fue entregada al rey Agamenón, quien la convirtió en su esclava y amante. En su viaje de regreso a Grecia le llegó una nueva inspiración y predijo que Agamenón, ella, ella y dos hijos gemelos que tendrían en el camino de regreso, serían asesinados en Micenas por su esposa Clitemnestra y su amante Egisto; por supuesto, Agamenón no le creyo ni una palabra, para dar paso a La Maldición Atrida. Por su parte, Menelao perdonó a Helena y regresó con ella a Esparta. 
Helena de Troya

    Otra versión indica que Paris y Helena nunca se habían juntado, pues Hera, como parte de su venganza, había creado otra Helena que habría huido con Paris a Troya, mientras que la verdadera fue llevada a Egipto, donde vivió bajo la protección del rey Proteo, hasta que Menelao la encontró en su viaje de regreso de Troya. Tras diez años de asedio, Agamenón regresó a Micenas trayendo a su concubina Casandra como botín de guerra. Al llegar a Micenas, Electra, la segunda hija del matrimonio con Clitemnestra se hallaba ausente del reino, luego se enteraría de lo sucedido a su padre y planificaría su venganza. 

     La presencia de Casandra aumentó la ira de Clitemnestra, pues los comentarios de sus concubinatos ya había llegado a sus oidos, pero supo disimular y los recibió con mucha cortesía para no dañar sus planes. Los invitó a pasar sobre una hermosa alfombra roja y les presentó un banquete de bienvenida. Antes de comer, los condujo a la sala de baño donde después de lanzarles una red y cubrirlos, Agamenón y Casandra fueron asesinados por Egisto, el amante de Clitemnestra. 

    Según unas versiones por la misma Clitemnestra, según otras por ambos. Algunas fuentes añaden que Egisto, para evitar futuras venganzas, asesinó a Telédamo y a Pélope, los dos hijos gemelos que Casandra le había dado a Agamenón. También quería matar al hermano menor de Electra, Orestes, que entonces era un niño, pero lo salvó su nodriza Arsínoe o tal vez la propia Electra, pues fue llevado a Fanote (una antigua ciudad Griega en la región de Epiro), en el Monte Parnaso, donde lo confiaron al rey Estrofio e hizo gran amistad con Pílades el hijo del rey. 

     El monte Parnaso tenía en sus laderas el Templo panhelénico de Delfos, dedicado a Apolo y el célebre Oráculo de Delfos. La ciudad de Delfos era conocida como “El Ombligo del Mundo” y la Pitia o pitonisa de Delfos era el nombre que recibían las sacerdotisas consagradas al dios Apolo en ese antiguo templo. Cuando Orestes cumplió veinte años, durante una visita al Oráculo de Delfos, el dios Apolo, no se sabe con que intenciones, le ordenó regresar a su patria y vengar la muerte de su padre. Orestes se encaminó a Macedonia en compañia de su amigo Pílades. Al llegar a Macedonia, se encontró con Electra ante la tumba de Agamenón, adonde ambos habían ido para rendir honras fúnebres a su padre. 

     Después de intercambiar recuerdos, se reconocieron y se pusieron de acuerdo para que Orestes vengara a su padre. Con la ayuda de Pilades, hijo del rey Estrofio, Orestes mató a su madre y a Egisto el amante de aquella; en algunas versiones, con ayuda de Electra. Tras el crimen, Orestes enloquece y es perseguido y acosado por las Erinias, o “Furias” cuya misión era castigar las trasgresiones de los lazos de piedad familiar, y que, sin embargo, no acosan a Electra. Las Furias eran tres: Alecto, Tisífone y Megara. Moraban en el Érebo “las tinieblas infernales” y se las representaba como demonios femeninos alados, el pelo lleno de serpientes y con un puñal en una mano y una antorcha o un látigo en la otra.
 Eran la personificación de la venganza y del antiguo concepto del castigo y a pesar de su ascendencia divina, los dioses del Olimpo muestran hacia estos seres una profunda repulsión mezclada con temor reverencial. Orestes, a quien las Erinias empujan hacia la locura y el suicidio, se refugió en el templo de Apolo en Delfos. 

    Aunque el dios le había ordenado vengar la muerte de su padre, fue incapaz de protegerlo de las consecuencias de sus acciones. Al fin, le aconseja su huida a Atenas, bajo la protección de Hermes para alejar a las Erinias, y someterse al juicio de la diosa Atenea.
Erinias: vengadoras femeninas

     Cuando las Erinias localizan a Orestes en Atenas, la escena es conmovedora: Orestes estaba abrazado, como suplicante, a una pequeña estatua de Atenea. No olvidemos que Zeus es el dios de los “suplicantes”, que son los que llegan a suplicar refugio y que la hospitalidad es mandato primordial de los dioses griegos. La diosa los recibió en la Acrópolis e instauró el Aerópago de Atenas (El Areópago o «Colina de Ares», es un monte situado al oeste de la Acrópolis de Atenas, sede del Consejo que allí se reunió desde el 480 a. C. hasta el 425 d.) con estas palabras: Este asunto se ha presentado aquí para atender un matricidio, elegiré jueces, que a la vez que sean irreprochables en la estimación de la ciudad, estén vinculados por juramento y los constituiré en tribunal para siempre. Entonces aprobó que un jurado de doce atenienses juzgaran al suplicante para decidir si el asesinato, de Clitemnestra por parte de su hijo Orestes, le hacía merecedor del tormento que le habían infligido. 

     Las Erinias, que aceptan que se realice un juicio y dicte sentencia, protestan no obstante por el hecho de que se dicten leyes nuevas que impidan el castigo inmediato y sin contemplaciones de los crímenes de sangre. Ambas partes presentaron sus argumentos: Las Erinias reclaman su víctima y sostienen que, si no se condena a Orestes, en la ciudad cualquiera se sentirá libre de cometer cualquier tipo de acto abominable, crimen o asesinato por venganza propia. Orestes presentó como atenuante las órdenes recibidas de Apolo. Los votos de los jueces estaban equitativamente divididos, pero Atenea dio su voto de calidad a favor de la absolución de Orestes e intentó convencer a las Erinias de que aceptaran su decisión. 

    Las Erinias, increpan a Atenea por vulnerar viejas leyes. Pero, al final, ellas se someten. Atenea entonces les da otro nombre, Euménides o “Benevolentes”, quienes se comprometen a partir de ese momento a mostrar su lado más benigno a Atenas. Las Erinias serán entonces honradas y no temidas por los ciudadanos de Atenas, para asegurar su prosperidad. Atenea también declara que en adelante los empates entre los jurados deben resolverse en beneficio del acusado, siendo absuelto, puesto que la misericordia debe prevalecer siempre sobre la severidad.

     Se corta de esta manera la cadena de crimenes y venganzas, mediante un juicio imparcial donde intervienen jueces humanos y no las implacables y caprichosas venganzas de los dioses. Finaliza así todo un ciclo de crimenes cuando Orestes, un nieto de Atreo, fue llevado a juicio y absuelto en el Areópago de Atenas, poniéndole fin a La Maldición Atrida. 

 FIN

 Recopilación y adaptación Por: Julio C. Chávez G. 28/05/2020

1 comentario:

Imagina Cuentos dijo...

Hola Julio

¡Muy interesante!
Es otro mundo y a la vez tan parecido a todo lo que nos rodea.

Gracias

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