Escritores venezolanos. Conversando y Escribiendo

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jueves, 28 de mayo de 2009

A Quien Pueda Interesar



A mis amigos y compañeros de escritura:

Les escribo para contarles la clase de ayer sobre la cual ya les había mencionado en varios correos anteriores.

Ayer Leandro y yo fuimos a nuestra primera clase del Taller: “Cómo Publicar tus Escritos”, dirigido por el Profesor Máximo Roncero en nuestra “Alma Mater” el Instituto Nacional de Artes” INAR

Como muchos de ustedes saben, a mi me encanta hacer una reseña de ciertos “magnos eventos” en los que he participado. Esta vez la reseña es de la clase de ayer en el INAR

Digamos que, la clase de ayer es inenarrable, indescriptible, ecléctica, eléctrica, loca, anárquica, reactiva, explosiva y desenfrenada. En fin, una hora loca en la cual se rompieron todos los esquemas.

Como los cuentos se narran desde el principio. Comenzare por allí.

Desde el preescolar hasta hoy día, pasando por cualquier cantidad de aulas, locos, genios, sabios e ignorantes, nunca había tenido la experiencia de ayer en la tarde. Afortunadamente no estaba sola, nuestro amigo Leandro me acompañaba.

Llegue primero que Leandro y se me ocurrió nada y mas y nada menos que sentarme en primera fila y además en todo el medio. Craso error. Mas tarde llegó Leandro y viendo que yo estaba allí se sentó a mi lado. Pobrecito lo arrastré a eso también Discúlpame Leito…

Como dije anteriormente, llegué primero que Leandro y me recibió Giuseppe ¿Se acuerdan? El director del instituto.

-¿Como te llamas? Me preguntó.
-Caramba este hombre no se acuerda de mí- pensé.
-Leonora.- fue mi parca respuesta.
-Bienvenida.-dijo.

A medida que iba entrando la gente, Giuseppe les daba la bienvenida a todos. Luego aclaró que no iba a estar hasta el final de la clase porque tenía que irse antes. Se sentó en el aula pero en la parte de atrás, aclarando que la sede para este curso iba a cambiar a una quinta en San Antonio cedida gentilmente por una amiga del Instituto.
Seguidamente nos dio un plano del nuevo lugar y emocionado nos contó de sus encuentros con José Gregorio Gavidia Profesor Literato y erudito de la Universidad Central de los Llanos, creador de la idea de la Institución y del pensum de estudios. Todo regido bajo la disciplina académica.

Leandro llegó a las 6:10 p.m. y enseguida Giuseppe lo reconoció y lo llamó por su nombre, otra estudiante lo saludó también. Giuseppe se aprestó para decir que Leandro era egresado de allí.

Leandro dijo: si y ella también, señalándome.

GUAUUUUU, pensé, Leandro si es conocido. El inolvidable Leandro.
Leandro, en algún otro periodo de la historia venezolana te lanzas para alcalde y ganas.

Después de que Giuseppe presentó al Profesor. Este último comenzó diciendo algo como esto:

Esto no es un taller ¡Coño los talleres son una mierda¡(En este punto el hombre aclaró que no es Comunista. Condición suficiente pero no necesaria para declararse loco.)

A todo pulmón:

¡Los talleres que se basan en los cursos de la universidad no sirven para un carajo no sirven, no sirven, no estimulan la creatividad. SON UNA MIERDA, MIERDA, MIERDA…

Luego de unos cuantos improperios más, quedamos todos sumergidos en un profundo silencio.

Giuseppe preguntó-en aras de romper el hielo- ¿alguien tiene una opinión?

En ese momento preguntó: ¿Qué opinas Leandro?

(Agradecí a Dios que no se acordara de mi nombre. Dios sabe lo que hace)

Leandro quedo medio perplejo al principio, imagino que deseando que hubiese otro Leandro en el curso, pero no. Si se llamara José o Juan, de esos hay miles pero Leandro no es tan común.

Comenzando con un tono de voz suave y pausado Leandro mencionó algo sobre la falta de estímulos. El Profesor lo interrumpió y se inspiro en esa frase para continuar con su loquera.
Luego era necesaria otra opinión. Giuseppe me miraba pero como no se acordaba de mi nombre tuve el chance de practicar con él la inefable mirada al vacío que ponemos cuando no queremos que nos pregunten… y funcionó esta vez. Pero no por mucho tiempo.

El profesor comenzó a decir algo como:
“no se asusten, sigan viniendo, sigan pagando su curso y no se vayan”. Me estaba mirando a mí directamente. Ahí me di cuenta de que mi cara reflejaba inequívocamente el estupor que sentía por dentro. Lástima, que todavía no he aprendido completamente a reflejar la singular mirada al vacío de quien está ausente.

Llevaba conmigo un MP3 que utilizo siempre que voy a conferencias, seminarios y talleres.

Comencé a grabar la clase 15 minutos luego de que comenzó. (Considerando el SHOCK en que me encontraba fue una respuesta de acción rapidísima). Al final faltaron unos 15 minutos y en total dura 1 hora 15 min. aproximadamente.

Es una lástima que mi teléfono celular no tenga cámara porque allí hubiésemos completado el reportaje periodístico como Dios manda.

Sigo con el cuento de esta inolvidable experiencia. El Profesor tiene la conducta y el perfil de varios personajes a la vez. Digamos que es una mezcla de un predicador de la Palabra de Dios en la plaza Brión de Chacaito con un actor de teatro que realiza un monologo ignorando intencionalmente a la gente que lo está observando.

Gritos, manoteos, risas destempladas, histéricas y fuera de lugar. Golpes al piso a la mesa entre sus manos y al aire. De repente esta callado y lanza un grito. Luego te mira y después aparta la mirada. Se sienta y se levanta varias veces. Camina hacia atrás y luego vuelve a gritar y así sucesivamente.

Preguntó si alguien había llevado vino.
-¿Quién ha traído vino?
OH OH… acá hay algo extraño. Pensé.


Llegó fugazmente a mi mente el comentario de una amiga que me hizo alguna vez sobre el hecho de que mi mente era muy estructurada y organizada, y que era difícil sacarme de ese esquema. ¿Será por eso que me siento tan impactada? Pensé. Luego una voz brillante, lógica y sensata surgió desde las profundidades de mi mente diciéndome: “Déjate de vainas el carajo está loco”. Me auto tranquilicé.

Cuando la “clase” terminó, Giuseppe había desaparecido. No vi cuando salió. Fue increíble. Parece que se hizo invisible. ¿Será que funciona para algunos aquella invocación de “Trágame Tierra”?

Veamos como es la clase siguiente. Supongo que “alguien” llevará vino. A lo mejor debemos pararnos sobre las sillas y saltar. ¿Bailaremos el ulaú? ¿Nos encontraremos en un parque infantil? ¿O meditaremos en la grama sobre la filosofía Hindú? Quizás con una caja de plastilina sea suficiente o a lo mejor leemos los pasajes de la Biblia sobre el Rey Nabucodonosor. Como se acerca la noche de brujas a lo mejor nos disfrazamos. Cualquier cosa puede pasar.


De regreso, Leandro gentilmente me llevo a mi casa. Conversábamos y nos reíamos, confesando que ambos pensamos lo mismo: A los cinco minutos de haber comenzado la clase queríamos irnos. Vamos a ver como siguen las clases y les contaremos.

¿Hay que estar loco para escribir? ¿O hay que escribir para volverse loco?
A lo mejor escribo un poema sobre eso.

¡Ah por cierto! ¡Que mala amiga soy!
Se me olvidaba decirles que todavía están a tiempo de inscribirse…


PS: los nombres han sido cambiados para proteger a los inocentes.
Todavía tengo la grabación en MP3, pero se reserva para el guión de alguna película a futuro. Quien sabe…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué vaina amiga! Por mucho tiempo pensé que los locos estaban sólo en el gremio del cual salí. Tu relato me hizo reir bastante.
Felicidades!!

Ele dijo...

Muy bueno que estás rescatando tus excelentes crónicas. Me parece que tengo algo que ver con ésta en particular. Todavía recuerdo la versión original y me sigue pareciendo muy buena.

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