Escritores venezolanos. Conversando y Escribiendo

Este Blog es para unir a un grupo de escritores Venezolanos que quieren compartir sus experiencias, impresiones y escritos. Somos un equipo. Somos amigos. Somos Creativos. Somos escritores.

jueves, 16 de abril de 2009

LA CITA DE HOY

“Cabría decir que hablar con uno mismo es el punto de partida de la literatura y que el empleo del lenguaje para comunicarse es secundario. Una persona vierte sus sentimientos y pensamientos en lenguaje que, escrito en palabras, se convierte en literatura. (...) Empecé a escribir mi novela La montaña del alma para disipar mi soledad interna en el preciso momento en que las obras que había escrito, sometido a una estricta autocensura, habían sido prohibidas...”.

Gao Xingjian, discurso de aceptación del premio Nobel. Cit. por Rubén Wisotzky, Bibliomanía, El Nacional: 31.5.2001.

3 comentarios:

Ysaías Núñez dijo...

Bien estuve leyendo una parte del blog, me ha agradado mucho.

Saludos.

Ele dijo...

Graciss por el comentario Ysais. Ayer te respondí pero, por alguna razón, no apareció en el blog. Lilisú, nuestra administradora, me lo hizo saber y estoy intentándolo nuevamente. Te agradecemos mucho tus sugerencias y la participación. Puedes dirigirte a Lilisú, a Julián o a mí.

carlos contreras dijo...

CON LA MENTE LLENA DE ILUISONES Y DE ESPERANZA EL PUEBLERINO MARCHA HACIA LA CAPITAL EN BUSCA DE UN MEJOR PORVENIR. SIN PENSAR EN LAS DIFICULTADES QUE PUEDAN PRESENTARCELE EN SU CAMINO, ,LLEVANDO CON SI UN CORAZON ENTRISTECIDO POR SER VICTIMAS DE LAS CIRCUNTACIAS QUE LO HACEN MARCHARSE LEJOS PARA ALGUN DIA REGRESAR CON LA FRENTE EN ALTO , Y DESMOTRAR QUE ES UN HOMBRE CAPAZ DE ALCANZAR UN SUEÑO..........P 1

6:12 AM
Anonymous Anonymous said...

LA HISTORIA SE REMONTA A LA VIDA DE UN JOVEN CAMPESINO DE NOMBRE MANUEL, QUE POR SER PEON DE UNA HACIENDA DONDE SE HA ENAMORADO DE LA HIJA DE SU PATRON A CARGADO CON LA PENA CON LA CRUZ CON LA BURLA HIPOCRITA DE LA SOCIEDAD BURGUESA, QUE A LA VES SE INSAÑAN CONTRA EL. PARA ALEJARLO DE TODAS DE LA HERMOSA JOVEN DE NOMBRE ELENA.QUE POR SER HIJAS DE DON PEDRO Y DOÑA REGINA, SE HA CONVERTIDO EN UNA ESTRELLA INALCANSABLE , PARA AQUELLOS QUE NO TIENEN GRANDES SUMAS DE DINERO EN CUENTAS DE BANCOS, O CADECEN DE ALGUN TITULO DE PROPIEDAD QUE PUEDA DESPERTAR EL INTERES DE DON PEDRO,

6:21 AM
Anonymous Anonymous said...

MANUEL APARTE DE SER PEON EN LA HACIENDA ALTAMIRA ES UN JOVEN CANTANTE COMPOSITOR DE LA MUSICA RECIA LLANERA, QUE CON EL PASAR DEL TIEMPO SER HA CONVERTIDO EN UNA PROMESA PARA LA MUSICA CRIOLLA DE SU REGION ,SIEMPRE PARTICPANDO EN TODOS TIPO DE ESPETACULOS DE LOS PUEBLOS CERCANO EN CUALES HA GANADO EN MUCHAS OPORTUNIDADES. Y CORIENDOSE LA VOZ LE LLEGA LA FAMA DE COPLERO POETA COMPOSITOR,DESPERTANDO EL INTERES DE ALGUNOS LUCUTORES DE RADIO, QUE LE DAN DADO EL APODO ,DEL GALLITO DE LA COPLA

6:29 AM
Anonymous Anonymous said...

MI NOMBRE ESCARLOS CREADOR DE ESTA NOVELA QUE LA HE TITULADO LA ESPERANZA DE UN PUEBLERINO, SI QUIERES SABER MAS DE ESTA HISTORIA ESCRIBEME A....... SURTIVEN@HOTMAIL.COM
YA QUE NO HE PODIDO PUBLICAR ESTA NOVELA POR FALTA DE OCNOCIMIENTO O FALTA DE AYUDA

6:42 AM

7:09 AM

CAPÍTULO XVI.

Pasé la noche del viernes en casa de Caterina Ivanova. El sábado, al final de la tarde decidimos subir a San Antonio y, como de costumbre, salimos a caminar al final del día por el boulevard, para comernos nuestro habitual helado de chocolate y sentarnos como dos viejitos en uno de los banquitos del boulevard a ver el cielo y hablar de cualquier cosa. Aunque ya estaban sonando gaitas en algunas emisoras locales y ya los bancos y las tiendas por departamento tenían cuñas navideñas en radio y televisión, algo extraño ocurrió ese primer fin de semana de noviembre.
En San Antonio de Los Altos hay dos tiendas características de la navidad y ambas ya estaban decoradas y activas desde agosto o septiembre, pero no fue sino hasta ese día que nosotros pasamos por allí y Caterina Ivanova, en uno de sus usuales arrebatos infantiles comenzó a decirme ¡Ya viene navidad, ya viene navidad!...

Sí… Ya viene navidad… ya viene el fin de año… ya se acerca y el día y la hora. Por primera vez, después de haber tomado la decisión, sentí pánico de la idea de volarme los sesos. Sentí un ataque de terror en frente de las lucecitas, los Pesebres, los Santa Claus, los venados y los angelitos. Tuve una sensación de ahogo, como si cada maldito Santa me agarrara por el cuello y me estrangulara mirándome a los ojos. Dudé. Por primera vez en todo el año sentí miedo de verdad, mucho miedo. No pude evitar preguntarme, frente a la imagen del Niño Jesús en el pesebre ¿realmente me tengo que volar los sesos? Tal vez… no sé, sólo tal vez pueda haber otro camino, tal vez no sea necesario… tal vez fue sólo un mal momento y he pasado todos estos meses convenciéndome a mí mismo de que toda mi vida ha sido una farsa y, en realidad, la única farsa que he vivido es la de tratar de convencerme que no estoy bien para suicidarme y… ahora… ¡está tan cerca todo! ¿Por qué ahora me siento como un prisionero de una decisión que tomé? ¡No estoy obligado a volarme los sesos! ¿O sí?

Me quedé petrificado frente a una vitrina adornada con muñecos de nieve, pesebres y renos con todo y trineos. Me sentí el hombre más desdichado del mundo y, al mismo tiempo, el más afortunado. Quizás pueda escuchar Amparito algunos años más… y todas las gaitas y el reaggeton y… tal vez pueda seguir sonriendo sin ganas y haciendo trencito en las fiestas y escuchando las idioteces de la gente fingiendo atención… pero ¿Qué voy a hacer con ella? ¿Qué voy a hacer con la mujer que tengo al lado? No sé, ni quiero saber, si a causa de ella es que ahora tengo más ganas de vivir que nunca, pero sé que si vivo, si sigo, si no cumplo mi propósito de año nuevo, va a ser a su lado... para siempre… con todo lo que ello implica. ¿Puedo hacerlo? ¿De verdad sería capaz de asumir el costo de una decisión como esa?

Allí, bajo la noche que había llegado sin darnos cuenta, en el simulacro de puentecito que tienen frente a la tienda Full Flores, miré a Caterina Ivanova. Tenía frío, un frío que me venía de adentro.

- ¡Dame un beso! –le pedí casi como una súplica
- Ok –me respondió con una sonrisa y me besó suavemente
- ¡Abrázame! ¡Duro, abrázame! –le pedí con los ojos cerrados
- ¿Qué te pasa princeso? –me preguntó casi susurrado abrazándome por la cintura
- No me preguntes… sólo abrázame… por favor.

Me besó, me abrazó por unos cinco minutos y nunca, ni más tarde, ni al día siguiente ni en ningún otro momento me preguntó la razón de mi petición. Por eso la amo. Ella sabe bien que cuando una persona quiere hablar simplemente habla; pero cuando quiere callar, se debe respetar el silencio. Ella sabe callar ¡vaya virtud! Ella sabe decir lo que tiene que decir, explotar si tiene que explotar, abrazar cuando tiene que abrazar… Yo no sabía nada de eso, ahora lo sé. Pero ¿qué hago con saber todo eso si sólo puedo ponerlo en práctica con ella? ¿Qué hago con todo lo demás?

El domingo, antes de regresar a mi vida real, le pedí el teléfono de Alejandro. Él es psicólogo, tal vez sea hora de buscar uno y por alguna razón confío en él. No le expliqué para qué necesitaba hablar con su amigo; ella tampoco preguntó. El lunes lo llamé y nos citamos para el martes en la tarde en la Universidad Católica, donde tiene una oficina. Es esta la primera vez que hablo con alguien sobre mi suicidio, aprovechando el secreto profesional que deben guardar los loqueros.

- Es simple –comencé a explicarle sentándome en una silla- El fin de año… el que pasó, decidí que este 31 de diciembre me pego un tiro en la cabeza –le dije simulando una sonrisa
- Ajá –me respondió mirándome con atención, pero con cierta indiferencia- Y, dime Adriano, ¿por qué te quieres pegar un tiro en la cabeza?
- Porque estoy harto… no sé, estoy cansado –le respondí como si estuviéramos hablando de cualquier otra cosa.
- ¿De qué?
- De todo. De… es… cada vez que… coño, es que es complicado de explicar, porque desde afuera es como difícil de entender… coño, porque yo sé lo que me vas a decir… o sea, las cosas que me molestan, de alguna manera… yo sé que las podría cambiar, pero cambiarlas es muy… muy costoso.
- No trates de adivinar lo que te voy a decir –me dijo sonriendo- Es muy común que las personas esperen ser juzgadas por el terapeuta y ese no es mi trabajo. Tú viniste aquí por algo. ¿Qué es lo que te molesta?
- Es que… yo estaba muy seguro de mi decisión y… el fin de semana sentí… yo estaba frente a una tienda de cosas de navidad y sentí… sentí como que… no era, o no sé si era miedo o qué. La cosa es que… coño vale, la cosa es que estoy como en un debate interno si debo o no… pegarme el tiro.
- Adriano –dijo manteniendo su pose distante- Todavía no me has dicho qué fue lo que te hizo decidir pegarte un tiro en la cabeza.
- ¡Ah! Bueno. El año pasado, en una fiesta de año nuevo, estaba con toda la familia y un montón de gente ahí que, honestamente no soporto a la mayoría, pero tengo que tratarlos por asuntos de negocio o por cosas sociales. Yo no sé si me entiendes… es gente a la que uno, bueno, uno no, yo. Gente a la que yo preferiría no tratar. Era demasiada gente… y cuando… -aclaré la garganta- empezó el peo típico, el falta cinco pa´las doce, el escándalo, la música, el conteo regresivo… coño, yo me sentí así como… atrapado. Sí, es eso. Me sentí como asfixiado, como con ganas de salir corriendo a vomitar. Y estaba sonriendo –le decía mientras recordaba el momento- Porque la gente se me acercaba y me abrazaba y yo le sonreía a todo el mundo, pero no quería estar ahí, no quería estar rodeado de toda esa gente y… cuando sonó el cañonazo… ¡coño! ¿Sabes? Es la avalancha de gente que se te viene encima para darte el feliz año, unos medio borrachos ya, otros llorando, otros corriendo con las maletas, otros con las uvas y… por un momento yo me sentí como si estuviera viendo todo desde fuera de mi cuerpo. No sé si me entiendes… no sé, dime algo.
- Te estoy escuchando –me dijo mientras me lanzaba una estúpida sonrisita de comprensión
- Ok, pero dime algo.
- ¿Qué te gustaría que te dijera? –me preguntó llevándose la mano al mentón y apoyando el codo al escritorio.
- Cualquier cosa –le respondí apoyando el mentón en mis manos entrelazadas
- Adriano –comenzó a hablar cruzando las piernas- a mí me parece, aunque es muy prematuro hacer un análisis de tu caso, porque todavía no me has dado suficiente información. Pero creo que lo que tuviste fue un ataque de pánico, quizá…
- ¡Sí, fue como pánico! –exclamé
- Y ese ataque de pánico puede ser provocado por estrés…
- ¡No, coño! No es estrés. Yo siempre he manejado mi estrés. Yo toda la vida, desde que trabajo, estoy sometido a estrés. ¿Quién coño no vive estresado? No es estrés… coño, eso no fue estrés. Eso fue que me harté.
- ¿De qué te hartaste?
- De estar con gente que no quiero estar, de estar donde no quiero estar, de no poder decirle a la gente que no me abrace, que no me besen, que no me hablen porque no me interesa lo que me están diciendo… de estar viviendo una vida que… ¡Coño! Estoy harto de ser lo que todo el mundo espera que sea. Es esa vaina de ser… ¿cómo te explico? Es que yo veo mi vida… yo veo que mi vida… yo soy uno de los tipos más exitosos de este país y cuidado si no de América Latina. Yo soy el carajo más arrecho de la región y… ¿qué? Coño, ¿sobre qué está construido mi éxito? Es en eso, lo de ser… eso de ser chévere con todo el mundo y de caerle bien a la gente y… es eso como de… que uno sabe que… Coño Alejandro, yo he conocido cientos de tipos que son más arrechos que yo y no tienen la mitad del éxito que yo tengo ¿y sabes por qué? Porque llegan y se echan encima enemigos por cualquier pendejada y no saben el arte de manejar a la gente… es… - me quedé sin palabras esperando un feedback
- ¿Cómo es tu papá?
- ¿Qué tiene que ver mi papá en todo esto?
- ¿Tus padres están casados?
- Sí. Tienen… creo que cuarenta y cinco años de casados o algo así
- ¿Tu papá es la figura de autoridad en…?
- ¿Qué coño tiene que ver mi papá en este peo? –lo interrumpí con fastidio
- Adriano, tú viniste por algo. Vamos a descubrir qué es ese algo que te está haciendo sentir deprimido…
- ¡Yo no estoy deprimido! –exclamé molesto- ¡Yo estoy harto! Estoy harto de este país de mierda que… coño, todo el tiempo hay un problema, una crisis. ¡No joda vale! Desde 1989 estamos viviendo a punta de rumores. Desde el caracazo. Luego vinieron los dos intentos de golpe. La crisis política… ¡mierda! ¡Estamos en crisis desde 1989! Y encima, gana Chávez y con ese hijo de puta hemos tenido más crisis que nunca. Desde 1998 estamos en campaña electoral. ¡Yo no aguanto una puta campaña electoral más! Ya no soporto hablar de política, ya no soporto oír hablar de crisis… los rumores de devaluación, de control de cambio, que si quitan el control, que si el dólar se dispara… No soporto oír hablar de Chávez ni de la oposición ni de nada. Ni de los presos políticos, ni de los perseguidos, ni de… ¡estoy harto de este peo! Me ladilla la gente. Me da demasiada arrechera que en este país de mierda la gente no respeta la más mínima norma. Ni los semáforos, ni el paso peatonal… se comen la flecha, botan basura a la calle, orinan en la calle ¡El ruido!… no soporto el ruido. Estoy totalmente neurótico. No soporto nada… pero tengo que andar como si no me molestara ¿ves? Tengo que andar todo el tiempo con una sonrisa, de buen humor… porque no puedo tener una reunión con un cliente o con un inversionista y andar arrecho porque llego a un lugar y la recepcionista tiene puesta una salsa o un reaggeton. Porque ahora en todas partes, a donde uno vaya, hay un hijo de puta con esa dizque música a todo volumen. ¡Coño! ¿yo soy el único al que le molesta esa vaina?
- Entiendo –me dijo- Te entiendo perfectamente. Pero si te molesta tanto ¿no has pensado en irte del país? Esa parece una salida menos drástica que…
- ¿Irme? ¡Toda mi vida está aquí! Yo aquí tengo una empresa exitosa, la más exitosa del país. ¡Entiéndeme! Yo aquí tengo los contactos necesarios, conozco a todo el mundo, todo el mundo me conoce a mí. Yo aquí soy… ¡soy el Dr. Adriano Mendoza! ¿Irme del país para qué? ¿para empezar de cero? Si yo me voy no voy a tener en ninguna otra parte es estatus que tengo aquí. Yo me puedo ir a Estados Unidos y allá voy a ser otro huevón inmigrante que tiene que empezar a competir por un mercado. Yo no voy a llegar a ninguna parte a empezar otra vez a los treinta y ocho años… bueno, treinta y nueve ya. Yo he trabajado que jode toda mi vida para tener el estatus que tengo y no pienso empezar otra vez, no tengo energía para empezar de cero en otra parte. Para esa vaina me hubiera quedado en Estados Unidos o en Inglaterra cuando estaba chamo y hubiera arrancado de cero allá. Pero ¿ahora? ¿empezar de cero ahora? No… ni de vaina. Prefiero pegarme un tiro de una vez.
- Está bien –me dijo sin poder ocultar su asombro- entonces vamos a descubrir qué te hace sentir así. Pero tienes que dejarte guiar en la terapia para poderte ayudar.
- Ok –le dije después de unos segundos de silencio.

Estuvimos cerca de una hora hablando de mi familia, de mi trabajo, de mi infancia, de mis relaciones afectivas y de una cantidad de cosas inútiles que me hacían sentir que estaba perdiendo el tiempo. No sentí nada, ni alegría ni tristeza ni rabia. Me bloquee por completo. Sentí como si estuviera en una de esas tantas entrevistas ridículas que me han hecho en innumerables revistas de negocios. Ni siquiera hablando de Caterina Ivanova pude sentir alguna emoción. Lo único que pude percibir fue que, de los primeros minutos de honestidad absoluta, pasé a asumir mi pose habitual. Traté de ser honesto, de dejar que fluyeran los sentimientos, pero no fluyó nada, sólo salió el Adriano Mendoza social a hablar de su vida. Aunque no quise hacerlo, me di cuenta que –al igual que lo hubiese hecho en cualquier entrevista- adorné todos los hechos de los que hablaba, desde mi relación con mi familia hasta la ruptura con María Consuelo, pasando por mis relaciones laborales y de negocios. Me reía, hablaba con fluidez, esperaba la siguiente pregunta para responder... estaba metido en el show. Toqué temas muy personales, pero con la distancia y frialdad de un noticiero.
- ¿Cómo te sientes respecto a eso? –me preguntó después de hablarle de la recién descubierta aventura de papá
- La verdad es que lamento mucho que mi papá haya engañado a mi mamá. Y lamento que no se haya podido despedir de esa mujer, que fue su gran amor. Pero esas son cosas que pasan. Esa es la vida de ellos y yo no tengo porque meterme –le respondí con indiferencia.
- ¿No te molesta que tu padre haya vivido una mentira por tanto tiempo y…?
- No –interrumpí- Para nada. Esa fue la manera que el escogió para lidiar con su dilema. Ya yo soy un adulto y entiendo que las personas toman las decisiones según sus propios paradigmas, no los míos.
- ¿Cómo te sientes ahora?
- Bien –le respondí sonriendo- La verdad es que muy bien.
- ¿Qué piensas en este momento de tu idea del suicidio?
- De hecho… nada.
- Adriano, todo el mundo tiene crisis. A veces nos sentimos mal por las cosas que no podemos manejar y nos gustaría tomar acciones drásticas para corregirlas. Hay gente que tiene fantasías homicidas, que le gustaría matar a las personas que sienten culpables de sus problemas. Pero eso debe quedar en el terreno de la fantasía. Tú has estado molesto por mucho tiempo y has guardado la rabia porque asumiste que te convenía hacerlo y ahora esa rabia guardada está volviendo contra ti y tienes esa fantasía del suicidio. Esa es tu manera de lidiar con lo que te molesta, que en realidad no son los demás, eres tú mismo.
- ¿Cómo así?
- Tú estás molesto contigo mismo porque no has tomado ninguna acción para salir del entorno que tú sientes que te está dañando. Exteriorizas una molestia contra el mundo. Me dices que estás harto y culpas a la gente, al país, cuando en verdad tú estás harto de no tomar decisiones por tu bien, para tu bienestar.
- Ajá –asentí para seguirle la corriente, aunque me provocaba insultarlo y salir de ahí
- Es cierto que la situación del país parece insoportable y que la decisión de emigrar puede ser muy pesada para ti. Pero este país tiene cosas maravillosas y tú te estás enfocando sólo en lo malo para evadir tu inconformidad contigo mismo, porque no son los demás, eres tú. Tú puedes cambiar tu enfoque y pensar en las cosas positivas de vivir aquí, en el calor de la gente, en el clima, en los amigos. Incluso, como tú mismo lo dices, aquí tienes todos tus contactos y, además, este es un país por construir y hay muchas oportunidades de crecimiento…
- Sí, sí –lo interrumpí antes de decirle que todo eso era mierda- Tienes razón. Creo que es justo eso lo que necesito, pensar positivo.
- Pero pensar positivo y actuar positivo Adriano. La respuesta está en ti. Perdónate y sigue adelante. Date una oportunidad. Tienes que reconciliarte contigo mismo. Descubrir qué es lo que te hace estar tan molesto contigo como para pensar con esa frialdad en el suicidio, para planificarlo con un año de antelación, como buscando reunir todas las razones que refuercen un momento de crisis que ha podido ser sólo eso, pero tú lo convertiste en un problema real.
- Oye Alejandro, de verdad te agradezco estas dos horas. ¡Gracias hermano! –le dije levantándome de la silla y apretándole el hombro- Voy a hacer lo que me dijiste.
- De nada chico –se levantó sonriendo satisfecho- Cuando quieras estoy a la orden y, si quieres empezar una terapia, te puedo referir a algún colega.
- ¡No, no te preocupes! No es necesario. Ya tú me ayudaste bastante.


Al salir de la oficina del tarado ese, caminé por los pasillos de la UCAB y saludé a cuanto carajito huevón me reconocía y me sonreía como saludo. Seguramente serían estudiantes de administración o economía, aunque también soy popular entre los estudiantes de ingeniería, no sé por qué. Bajé al cafetín y tuve que hacer una cola para comprar el ticket, esperar a que el tipo que prepara el café le diera la gana atenderme y caminar hasta una mesa, tratando de no derramar el café, para sentarme tranquilo.

¡Qué fácil es decirle a los demás cuál es su problema! Y si soy yo, si fuera cierto que en el fondo sólo estoy molesto conmigo mismo… ¡Pues al carajo! Me suicido y se acabó la molestia. No sé para qué vine. De la duda del sábado pasé a una certeza absoluta acerca del suicidio. Pero no me gusta la palabra suicidio, prefiero decir “volarme los sesos”. Se acabó, está decidido, me vuelo los sesos. Ni Caterina Ivanova ni nadie va a decidir mi destino. Nadie me va a hacer cambiar de idea. ¿Desde cuándo yo titubeo por una mujer? Le he estado dando demasiada importancia a Caterina Ivanova. Me parece que tal vez, en el fondo, lo que en pasa es que estoy tratando de usarla como tabla de salvación de algo que en realidad no quiero salvar.

Saludé a un trío de tontos estudiantes de los últimos semestres de administración que se acercaron a mi mesa a conocerme en persona. Tuve que escucharles sus puntos de vista de las conferencias que yo he dado y, además, responderles algunas preguntas idiotas acerca de qué pienso yo de tal o cual tema. Se fueron contentos, cual adolescente que acaba de conocer a su cantante favorito. Pobres tontos… no sé qué esperan lograr acercándose a mí. Tal vez creen que van a tener la oportunidad de trabajar para mí o esperan que algún día los recomiende para un trabajo. Parece que ignoran que a mí se me van a olvidar sus caras en menos de cinco minutos.
Salí del estacionamiento y agarré una cola infernal desde Montalbán hasta Campo Alegre. No sólo perdí dos horas en la oficina del psicólogo mantenido, sino que además perdí hora y media metido en el tráfico. Menos mal que ese huevón se casó con una tipa que lo mantiene, porque si tuviera que mantener él a su familia trabajando como psicólogo, mataría de hambre a sus hijos. Por eso es que él es feliz asumiendo el rol de esposa en su casa, porque como profesional no sirve para nada. Espero que sea mejor sacando el moho del baño.

CAPÍTULO XVII.


Desde la última semana de octubre, los empleados de la empresa están ansiosos por saber cuándo vamos a pagar las utilidades, cuándo va a hacerse la fiesta de la empresa, cuándo vamos a hacer el amigo secreto, cuándo vamos a empezar a decorar la oficina con las “cositas lindas de navidad”. Todavía falta mucho para que llegue navidad y ya ese es el tema central en la vida de todos los venezolanos. No se han terminado de sacar la arena del culo de la última ida a la playa en el puente del Día de la Raza y ya están pensando en más fiestas. ¡Por eso este país no sale de abajo! Todo el tiempo el venezolano tiene puesta la atención en una fiesta, en una joda, en un día de descanso.

El tema de las utilidades se había resuelto desde mediados de octubre. Este año decidimos pagar cuatro meses de utilidades y dar dos adicionales como bono de eficiencia a todo el personal, porque nos fue muy bien. No se puede negar que pusimos a trabajar a todo el mundo a un ritmo bien acelerado y todos dieron la talla, a pesar de las limitaciones de muchos. Como es nuestra costumbre, no decimos ni cuánto y cuándo se van a depositar las utilidades. La ley dice quince días y el contrato colectivo dice dos meses, pero siempre tratamos de ser un poco más generosos con el personal y, este año en particular, debido a la inmensa cantidad de contratos que logramos, valía la pena premiar a la gente.

Por experiencia, sabemos que apenas sepan cuánto van a cobrar, la mayoría de la gente hace un presupuesto mental de cosas inútiles, ejecutan el presupuesto (mentalmente) y ya están endeudados. No importa el monto, siempre van a gastar más de la cuenta. Se van a comprar un par de zapatos de más, un perfume que no estaba en planes, un TV pantalla plana más grande, van a cambiar el arbolito de navidad por otro más grande y ya, está listo, gastaron todo y tienen que pedir dinero prestado para terminar de comprar los ingredientes de las hallacas.

No me quedan dudas de que habrá ciertas molestias en algunos empleados porque a todos les estamos dando la misma cantidad de meses de utilidades. Todos han trabajado muchísimo, pero siempre hay algunos que sienten que han trabajado más que los demás y, no importa cuánto se les reconozca su trabajo o cuánto sea su bonificación. Lo que les importa es que sea más que la de los otros, así sea una miseria, pero que se sepa que la directiva los reconoció como los más trabajadores. En ese sentido, es un alivio saber que Eduardo conocer perfectamente el arte de lidiar con el ego herido de las personas. Tal vez para el próximo año le demos luz verde a la propuesta del periódico interno y la elección del empleado del mes. ¡Hay que sobarle el ego a los empleados!

Olga, además de echarse encima la organización de los cumpleaños, es una fanática patológica de las fiestas navideñas. Cada año se encarga de organizar el amigo secreto y persigue a todo el mundo para que agarre el papelito con el nombre de la persona a la que le tendrá que poner chocolatitos y caramelitos y mariqueritas en el escritorio sin que éste adivine quién es. En toda empresa hay una como ella, en todo grupo, desde el liceo, la universidad y las oficinas. Yo siempre averiguo cuándo será la ceremonia de agarrada del papelito, porque me parece deprimente verle la cara a las personas cuando desdoblan el papel, leen el nombre, hacen algún tipo de expresión de desagrado y, al terminar, salen a cambiar el papelito para buscar otro amigo secreto que se adapte más a sus preferencias. Incluso ofrecen dinero a los menos favorecidos para quitarse de encima la tediosa labor de comprarle un regalo a alguna persona que no es de su agrado. El día de la ceremonia, que siempre se produce luego de varios arranques histéricos de Olga porque nadie le presta atención, yo invento alguna reunión de última hora y salgo corriendo de la oficina, por supuesto, luego de disculparme con ella. Al día siguiente tomo mi papelito y le giro instrucciones a Magdalena. Cuando me toca Magdalena, cambio con alguno de mis socios.

Entre Olga y Antonieta organizan la decoración de la oficina. Antonieta nos dice cuánto dinero se necesita y recluta a un grupito de aduladores para que la ayuden. A pesar de que cada año se estresa con la tediosa tarea de decorar y pese a que en reiteradas ocasiones le hemos propuesto que contrate a un grupo de expertos, ella insiste en hacerlo, porque nadie lo va a hacer mejor que ella, que ama a la organización… ¡que pendeja! El día de la decoración también debo huir temprano, porque se quedan después de las cinco de la tarde, ponen gaitas y hacen su tarea… Yo odio las gaitas, las odio casi tanto como el reggeaton o el vallenato… bueno, no tanto, pero me fastidian muchísimo. Desde Amparito y La Moza, no han sacado ninguna gaita digna de recordar… bueno, hay que ser justos, quizá dos o tres, pero de resto todas las gaitas apestan. Personalmente, prefiero llegar al día siguiente, sonreír, felicitarlas y calarme los adornitos navideños en la puerta de mi oficina o algún Santa Claus en el escritorio que cada año termina detrás de los libros.

Este año me tocaba regalarle a Gisela, una de las princesitas de la oficina. Sus comentarios agudos eran célebres. Ella pensaba, por ejemplo, que debería cobrarse un impuesto a la gordura. Según ella, los gordos se están comiendo la comida de alguien más y ocupan demasiado espacio. Una vez dijo, delante de Raquel, la gorda de la oficina “Las calles de Caracas son muy estrechas como para que anden circulando ese poco de gordos libremente. Es más, debería haber un horario de circulación de gordos, como lo hacen con los camiones en la autopista”. Aunque todos nos reímos, porque no se puede negar que era muy graciosa la idea, después nos dio lástima con Raquel.

El sueño de todo el personal era salirle a alguno de los socios. El valor del regalo, este año, se había establecido en un equivalente a cincuenta dólares, a pesar de las protestas de algunas secretarias y mensajeros, sin contar a las señoras de la limpieza y el café. Pero, seamos honestos, ¿qué se puede comprar con ese monto? Nada, nada que valga la pena. Como socios, nosotros no escatimamos en gastos y siempre regalamos lo mejor, tratando de no exagerar para no crear complejos de inferioridad entre los demás.

Después de la ceremonia del amigo secreto, Olga suele organizar alguna reunión extraordinaria porque la gente no está dejando regalitos a su amigo secreto. Realmente a mí me sorprende que ella no pueda entender que la gente tiene mayores preocupaciones que comprar un chocolate y dejárselo a un pendejo en su escritorio, tratando de no ser descubierto. Pero a la gente le encanta el amigo secreto, les produce una inexplicable emoción abrir una gaveta del escritorio y encontrarse un toronto o una cocossete, como si hubiesen encontrado un memo que dice “se le va a duplicar el sueldo”. Pareciera que eso es un adelanto a lo que será el regalo final… que no siempre es tan bueno como la gente quisiera.

A mí siempre me han regalado porquerías en todos los amigos secretos que he participado. Desde el colegio hasta la fecha. Los únicos regalos memorables han sido los excepcionalmente deprimentes. Como aquel juego de plastilina que recibí en preescolar, el disco de Porfi Jiménez que recibí en el liceo, la corbata del Pato Lucas que recibí en Citibank o la colonia de Avon que me regaló una de las señoras de limpieza el año pasado. A excepción del juego de plastilina, en todos los casos recibí el regalo, lo abrí y puse cara de felicidad cuando vi la mierda que estaba recibiendo. Incluso con la colonia de Avon, que la abrí, la olí, me di cuenta que olía a pobre y le dije a la señora “uhmmm, huele sabroso”. Siempre pongo cara de foto… vainas de familia. Pero no he sido el único con mala suerte. Andrea, mi hermana, que siempre ha sido tan discreta con las joyas que usa, una vez recibió un par de zarcillos de presión fucsia, de plástico, con una enorme argolla que guindaba de una más pequeña. Sonrió, se quitó sus pequeños diamantes y se puso las horribles argollas de plástico fucsia para la foto del amigo secreto. Al llegar a casa las tiró, contó lo ocurrido casi llorando (tenía razones para hacerlo) y las lazó a la papelera de su cuarto. La chica que limpiaba en ese entonces en casa de mis padres, le comentó que vio esos lindos zarcillos en la papelera y pensaba que habían caído por error allí y Andrea se los regaló. Mi hermano Andrés recibió una vez un trío de “jabones de lujo”. En otra ocasión recibió una muñequera de cuero, como para rockero, aunque él siempre ha sido el tipo más clásico que uno se pueda encontrar en la calle. Es que definitivamente, la gente cuando le compra el regalo al amigo secreto no piensa nunca ¿cómo es la persona a la que le voy a regalar? No, jamás. La gente compra el regalo para sí misma o para algún amigo imaginario y quizá acierte por pura suerte, pero la mayoría de las veces esos son regalos que terminan en la basura… y uno lo sabe.
Pero yo siempre hago buenos regalos, porque me tomo la molestia de estudiar a la persona a la que me toca regalarle. ¡Coño, es lo mínimo que puedo hacer! Gisela, por ejemplo, es amante de los suéters. Simplemente tengo que decirle a Magdalena que compre la próxima edición de Vanity Fair, elijo un suéter, le digo a Magdalena que lo pida por Internet y listo, ya tengo el regalo de mi amiga secreta. Yo sé que me voy a salir del presupuesto, pero qué importa. Voy a quedar como un rey… como siempre.

En mi familia eran mamá y Andrea las encargadas de joderle la vida a uno con el tema de la decoración navideña. Lo malo no era que una mañana uno saliera de un apartamento normal y en la noche llegara a un lugar donde aparentemente había vomitado Santa Claus, sino que se pasaban varios días llamando para verificar si uno prefería el árbol decorado de un color o de otro y, cuando uno elegía un color, ellas decían que este año se está usando el otro. A mí me importa un carajo si está de moda el naranja, el morado, el plateado o el marrón mierda en el arbolito, realmente me es indiferente el color del arbolito de navidad, pero para ellas es algo de vida o muerte. Sobre todo para Andrea, que siempre tiene que estar a la moda… pero elegante.

Ya estaba por empezar, además, el ritual de las hallacas. No había forma de escapar al ritual de las hallacas. Desde que tengo uso de razón, las hallacas en mi familia han sido un tema. Amo las hallacas, me encantan las hallacas, no concibo una navidad sin hallacas… pero odio tener que participar en su elaboración. Mi familia, en lugar de ser como cualquier otra familia de sociedad que encarga un número obsceno de hallacas, se reúne cada año para hacer hallacas. La tradición data de mi bisabuela materna, que fue la primera dama de este lado de la familia en ensuciarse las manos rellenando una hallaca. Ella amasaba, desmenuzaba la carne, el pollo y el pernil, cortaba la cebolla y lavaba las hojas para las hallacas. Enseñó a sus hijas y nietas la tradición y les advirtió que ninguna mujer de servicio haría las cosas como la familia, que esa era una costumbre que uniría por siempre a la familia. De manera que, antes de que vendieran las hojas para las hallacas limpias, a mí me tocó lavar y secar hojas. Ese era el trabajo de los niños. Los adultos hacían el guiso y las rellenaban, los hombres se caían a whisky en plena faena mientras se comían las aceitunas y luego, todos en familia, esperábamos a que estuvieran listas las primeras para darles el visto bueno. Todo a ritmo de gaitas.

Mi mamá tenía la desagradable costumbre de repartir tareas antes de repartir hallacas. Este año me tocaba comprar las hojas. Pero no podía ser en cualquier lugar, tenía que ser en El Hatillo, porque según ella ese era el único lugar donde de verdad las vendían limpias. A Andrés le tocó amasar. En verdad disfruté muchísimo saber que al pajúo ese le tocaba amasar. Después de lavar las hojas, no hay nada más ladilla que amasar, porque siempre falta un poquito más de masa, nunca es suficiente la que está hecha. Por alguna razón, a pesar de los años de experiencia, parece imposible calcular la medida exacta de los ingredientes. Y ese es el trabajo de los hombres. Cuando, en plena faena se dan cuenta que no van a alcanzar las pasas o se están acabando las alcaparras, uno tiene que salir al supermercado a hacer una cola infernal para comprar cien gramos más de cualquier cosa que se les ocurra. Pero, si en las compras iniciales uno sugiere que se compre un poco más de algo, brincan para señalar al exagerado. Y uno calla y se aguanta que lo corten a medio whisky amenizado con San Benito para salir a comprar las pasas o lo que sea.

No importa cuántas hallacas se preparen, nunca serán suficientes. El 24 de diciembre será evidente que no hay tantas hallacas como se pensaba y será necesario hacer más para el 31. Sólo que la calidad de los productos para esa fecha no será la que uno quisiera y las hallaqueras entrarán en una crisis totalmente incomprensible para los hombres. Una vez me equivoqué y compré aceitunas con hueso, en lugar de comprarlas rellenas de pimentón, y el drama de las mujeres de la familia fue tan insoportable que gustosamente me regresé al supermercado a hacer de nuevo una cola de cuarenta minutos para llevarles sus cien gramos de aceitunas… me llevé trescientos, por si acaso.

Luego de terminar una semana plagada de decoraciones y hallacas, no podía esperar a encontrarme con la única persona normal que conocía… que, por cierto, era la más anormal de todas. Caterina Ivanova no había empezado a decorar su casa. Me contó que siempre lo dejaba para los primeros días de diciembre porque no tenía tiempo para eso, aunque le gustaba hacerlo. Su ritual data de su infancia. No le gustan las gaitas y la costumbre de su familia, desde que era niña, era poner aguinaldos y villancicos. Ama a Serenata Guayanesa y no perdona un aguinaldo de los tipos. Decora su apartamento con pocas cosas en muchas horas, debido a su falta de habilidad con las manos, mientras escucha y canta aguinaldos.

Tenía un arbolito de navidad pequeño, un pesebre pequeño y pocos adornos. Me lo enseñó y le ofrecí mi ayuda para la mañana siguiente… pensaba amanecer con ella. Esa noche del viernes no tuvimos sexo, nos pasamos cuatro horas jugando monopolio, escuchando coros de óperas de Wagner y tomando vino blanco. Varias veces trató de ofrecerme sexo a cambio de que le perdonara un pago fuerte cuando caía en alguna de mis propiedades con hoteles, pero no lo acepté y gané el juego. Debo reconocer que ella sí me canjeó una deuda de dos mil dólares por dos minutos de cunnilingus… es que ella no sabe separar el sexo de los negocios, ni siquiera en un juego.

Nos acostamos a dormir antes de las tres de la mañana y, como nos acostamos, amanecimos. Estábamos en su apartamento de Caracas. Ella quería ir a desayunar fuera, pero yo prefería quedarme en casa y preparar el desayuno. En verdad lo que quería evitar era encontrarme con alguien conocido que pudiese iniciar un interrogatorio y una secuela de chismes. No tardé mucho en convencerla y se metió a bañar mientras yo hacía el café. Después de tomarme la primera taza, mientras ella todavía estaba en el baño, busqué en el vestier una toalla limpia y no las encontré.

- ¿No tienes toallas limpias? –le grité para que me escuchara
- ¡Claro que sí! –me gritó desde el baño- ¡Búscalas!
- No las encuentro –insistí
- ¡Coño, sí jodes! Están en el vest… ¡No, mentira! En el cuarto, están en el armario, detrás de la puerta.
- ¿No puedes guardar las toallas con las sábanas? Si pones todo en un mismo sitio uno puede…

Me detuve. No pude seguir diciendo nada más. Acababa de encontrar, debajo de las toallas, entre una bata de baño rosa, un vibrador azul. Mi intención nunca ha sido husmear entre sus cosas, nada más lejos de eso. Pero, ante la presencia de un vibrador azul en el cuarto de mi chica ¿cómo podía evitar sacarlo del escondite? ¿Qué hacía Caterina Ivanova con un vibrador? No era tan grande… Mendoza es más grande…

- ¡Coño! –me gritó entrando al cuarto- ¿Qué haces tú con Ballack?
- ¡¿Qué?! –exclamé sin salir aún de mi asombro- ¡Nada! Yo estaba… cuando encontré… ¿Ballack? ¿Qué Ballack? ¿Qué es esto loca?
- Un vibrador –me dijo con normalidad- ¿Nunca habías visto un vibrador?
- Sí… pero… No, de verdad no… ¿Ballack? –le pregunté lanzándolo a la cama
- Ballack… Capitán de la selección de fútbol alemana. Trátalo con cariño.
- Sí, yo sé… pero…
- ¿Qué? –preguntó sonriéndose- ¿Te paquetea que tenga un vibrador?
- No… para nada… o sea…
- Aunque, por unas fotos que tengo del tipo, mi vibrador no le hace honor a lo que tiene… ¡Es que no jodaaaaa!
- ¡¿No joda qué?! ¿Tú estás loca?
- ¿Qué pasó princeso? –me preguntó riéndose
- ¡Coño, déjame proceso la información!... ¿Ballack? –le pregunté después de unos segundos de silencio
- Sí. En honor a Michael Ballack…
- ¿Desde cuándo estas vainas tienen nombre? ¿Por qué Ballack y no Adriano?
- ¡Pelé mucha bola princeso! ¡Fueron épocas duras! Coño, ya eso te lo he dicho. No me gustaba ningún tipo… Ninguno, en serio. Hasta que un día estaba viendo fútbol y me empaté con Ballack... imaginario, por supuesto. Todavía tengo las trescientas fotos del tipo.
- ¡Coño ya! –le dije abrumado por la cantidad de información- No me digas más nada… ¿Trescientas fotos?
- Sí –me dijo sonriendo- ¿Quieres verlas?
- ¡¿Estás loca?! ¿Tú crees que yo soy marico o qué?
- Bueno, el punto es que me empecé a masturbar demasiado seguido y… coño, la mano se me dormía … necesitaba ayuda, tú sabes… así que me compré un vibrador.
- ¡Gracias! –exclamé mirándola a los ojos- ¡Demasiada información!
- Coño sí, será que tú no te masturbas
- No te voy a responder –le dije tomando una toalla y caminando al baño
- ¿Cuál es el peo? Eso es sano querido.
- Casi nunca… yo dejé eso… no sé, desde los veinte, algo así.
- ¡Estás enfermo!
- ¿Enfermo? ¿Yo? –pregunté volteándome para mirarla de frente- ¿Quién tiene trescientas fotos de un futbolista y un vibrador azul con el nombre del tipo?
- ¡Es la fantasía gafo! Esa es la nota. Si no ejercitas la imaginación, se duerme.
- Chévere… me voy a bañar.
- Ve a bañarte
- Eso dije
- Victoriano
- Pervertida
- ¡Yo no soy pervertida! –exclamó riéndose y agarrando a Mendoza desde atrás- Yo soy una mujer sexualmente sana, que se divierte teniendo sexo imaginario…
- Lo tuyo no era sexo loca. Ya lo tuyo… con ese poco de fotos del tipo… estás loca Caterina Ivanova… Mira… y… ya no lo sigues usando ¿verdad?
- No… contigo es suficiente… además se cortó el pelo y ya no me gusta.
- ¡Sí eres superficial!
- ¡Es un novio imaginario! Ni siquiera tengo que terminar con él. Me cojo a otro y no hay resentimientos. Ahora me estoy cogiendo a un empresario victoriano que se horroriza cuando ve un vibrador…
- Yo no soy victoriano… lo que pasa es que tú eres muy loca. Esas vainas se esconden… ¿y si hubiera sido tu mamá la que lo encuentra?
- ¡Eso sí hubiera sido divertido! –me dijo riéndose- pero mi mamá no pasa de la sala.

Me pegó contra la pared que está al lado de la puerta del baño y comenzó a masturbarme. Seguimos hablando del vibrador, acerca de las razones del color, del tamaño y otras especificaciones. Me juró que, aunque está convencida de la excelente dotación de Ballack, está segura que Mendoza es más grande. Me explicó que no lo había comprado más grande porque sus amigos gay le dijeron que si lo compraba muy grande se iba a malacostumbrar y luego vería pequeño a todos los penes que se le cruzaran en el camino.

Después de bañarme terminé de preparar el desayuno y nos quedamos viendo fútbol hasta las cinco de la tarde. Pedimos pizza para almorzar y comenzamos a montar su arbolito de navidad. Muy tradicional. Sólo verde, rojo y dorado, no más. Pusimos aguinaldos de Serenata Guayanesa y cantamos. Creo que, de adulto, es la segunda o tercera vez que participo en la decoración de un árbol de navidad. Me gustó que fuera con ella. Cualquier cosa es divertida con ella.

Jugamos cinco partidas de ajedrez y me ganó tres. Como penalización, tuvimos de invitado a Ballack en el intermedio entre el segundo y tercer acto. No estuvo mal. Mientras Mendoza se recuperaba, usé a Ballack para mantenerla bien excitada, pero no dejé que la penetrara… ahí sólo entra Mendoza, que consiguió un tiempo récord de recuperación y permitió que Ballack se ocupara de su clítoris mientras entraba desde atrás. Los vecinos golpearon la pared un par de veces y tuve que ponerle la almohada en la cara mientras ella gritaba.

Al terminar, le canté The wonder of you de Elvis y la abracé. Tomamos un par de copas de vino mientras veíamos el árbol de navidad y el pesebre con sus lucecitas. Fue lindo, pero no pude dejar de pensar que esta quizá sería la primera y última vez que adornaríamos juntos un arbolito de navidad. Sentí nostalgia por lo que nunca va a poder ser, a pesar de que deseo con todas las fuerzas de mi alma que sea. No quiero estar sin ella, no quiero estar con nadie más que con ella, no quiero dejar de abrazarla. Quisiera estar siempre así, desnudos, abrazados, sin preguntas, sin consecuencias. Quisiera no sentir esta nostalgia, pero sé que pronto tendré que decidir… y no quiero que mi vida dependa de ella, de lo que me hace sentir, de lo que me hace vivir. Por que ¿y qué va a pasar si cambio de opinión o ella un día decide que no quiere estar más conmigo? Yo no puedo vivir sólo porque tengo a mi lado a Caterina Ivanova… ella no es mi vida, no puede ser mi vida, no puede ser la razón de mi vida… pero ¿a quién quiero engañar? La verdad es que lo es.

Estoy contento… tengo una alegría rara, como si estuviera haciendo algo que no debiera hacer, como si estuviera acaparando toda la alegría del mundo. El lunes depositaremos las utilidades… voy a compartir con los demás un poquito de felicidad.

posted by Adriana Pedroza at 8:50 PM on Dec 12, 2008
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