Escritores venezolanos. Conversando y Escribiendo

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lunes, 29 de septiembre de 2008

AVENTURA EN EL MAR SARÓNICO. CAP 6



AVENTURA EN EL MAR SARÓNICO
Capítulo 6o

Sentí que había ganado un nuevo round y un tiempo precioso para reorientar mi estrategia de confusión y discordia, que, definitivamente, estaba funcionando a las mil maravillas. Agamenón estaba confundido, Aquiles y Odiseo enfurecidos; Ayante y Calcante meditabundos y envenenados, pero aún no había podido meter a Menelao de frente en la disputa; sin embargo, Ayante ya me había abierto el camino. La prudencia de Néstor iba a ser un punto culminante, que podía poner en dificultades mi plan y la vida del grupo; lo peor de todo es que no tenía argumentos para atacarlo, pues no conocía debilidades en su vida, por lo cual pensé que tal vez lo más apropiado sería ponerme de su lado y tratar de convencerlo de nuestra liberación. El dios aliado no se manifestaba y yo no sabía hasta cuando podría funcionar mi memoria para inventar tantos disparates. Miré a mi alrededor tratando de hallar aliados entre el grupo de turistas, esta vez observé que sí me miraban y que sus ojos mantenían un dejo de esperanza, ¡Pero no se movían!

El Prudente Néstor llegó ataviado de un resplandeciente uniforme; era alto, de apariencia imponente. Se quitó el casco, su corta cabellera blanca, plateada como las nieves del Olimpo, apareció haciendo juego con una pequeña y bien cuidada barba; todo contrastaba con su piel morena y unos ojos azules, profundos, vivos y escrutadores que comunicaban sabiduría, seguridad y bondad. A diferencia de lo ocurrido con Calcante, a su llegada todos lo saludaron y Agamenón fue de lo más emotivo, pues era a quien ,de los viejos, más apreciaba. Al ver los cuerpos de la mujer y del soldado, tirados en el piso y ensangrentados, y los otros hombres colgados en el mostrador del bar, sus ojos se llenaron de asombro por un instante. El orador sonoro de los pilios, el de la palabra suave, habló así para conmocionar a los cinco terribles guerreros y al adivino:

- Lo que veo parece que hubiese sido hecho por bárbaros; lo que veo no me gusta nada y me llena de preocupación e impaciencia. No puedo asombrarme ¡Oh, amigos! de que un hombre de oscuro linaje caiga en error, cuando los que son nobles de nacimiento incurren en tales aberraciones. De noble estirpe es vuestro ser esencia, para alcanzar la gloria habéis nacido y no para vivir cual brutos sin conciencia. ¡Ay, en verdad, un gran dolor se acerca a la tierra aqueida!, no hay aquí señales de violencia mayor, no arden las hermosas murallas de ningún reino, pero veo la sangre de un valiente guerrero griego y de cuatro desdichados, parte de la cual mancha las sandalias tuyas gran señor y las del magnífico Aquiles.

Ambos aludidos dieron un salto hacia atrás, limpiaron sus sandalias en la alfombra del gran salón y todos bajaron la cabeza en señal de haber acusado el efecto de sus palabras. Agamenón, dando muestras de la admiración y respeto que sentía por aquel hombre lo abrazó y reconoció su falta, luego tomó la palabra y contó hasta el mínimo detalle lo que hasta ahora allí había sucedido, con los argumentos de todos, acción por acción, letra por letra. Yo estaba sorprendido y asombrado por la capacidad de memoria del rey de reyes, con razón le habían nombrado comandante de todos los ejércitos griegos. ¿Qué podía hacer yo ante esta descomunal virtud? ¿Y, dónde estará el dios aliado? De todas maneras, y aunque estaba inmerso en mis preocupaciones, el recuento me sirvió para sopesar el estado de la situación con cada uno de los guerreros y con el adivino, y me puso sobre aviso para que de ninguna manera cayera en contradicciones, pues ello sería mi perdición y la de todos. El prudente Néstor se abrió su manto, lo echó hacia atrás y comentó:

- Yo os voy a contar de un hombre de apariencia insignificante como éste, que fue de gran apoyo para que varones mejores que vosotros, que nunca había yo visto, ni creo verlos en lo venidero, como eran Peritoo y Driante, Cineo y Exadio y Polifemo y Teseo el Egeida, pudieran vencer y exterminar a las más fuertes y montaraces fieras: los centauros de Tesalia y el gigante Ereutalión. Pues bien, ese hombre insignificante se presentó ante tan magníficos hombres y nunca lo menospreciaron, sino que una vez escuchadas sus palabras pidieron sus consejos y siempre le obedecieron. En su juventud fue el único de sus hermanos que se libró de morir a manos de Heracles, luchó contra los Monolídas, participó en la cacería de Calidón, formó parte de la expedición de los Argonautas y ahora lucha en la guerra de Troya. Ese hombre mis carísimos amigos, ese hombre de apariencia insignificante era yo. Nunca menospreciéis a un hombre por más despreciable que os parezca; puede ser un espía de los bárbaros, puede ser un traidor, pero...puede ser un gran sabio y prudente hombre o un mensajero de los dioses, enviado para aclarar una interpretación errada del Oráculo. Además, tenéis que estar más que convencidos de la imposibilidad de que un simple y ordinario mortal pueda haber causado tan funesta confusión a un rey tan poderoso, a cuatro de los hombres más valientes de Grecia y a un adivino que dice tener la confianza de los dioses y poder ver el porvenir.

Pensé para mis adentros que todo mi esfuerzo estaba perdido. Con sus palabras, noté que casi regresaba la compostura en los amarrados rostros de los cinco terribles guerreros. El Prudente Néstor continuó:

- Por su apariencia, no creo que pueda soportar ni siquiera la estocada de una espada blandida por mis, ahora, temblorosas manos.

Mientras hablaba, caminaba en círculos, con un andar lento y firme, parándose algunas veces para mirar directamente a los ojos de los guerreros; sin tomar en cuenta al adivino continuó:

- O tal vez....

Se me acercó y colocó su mano derecha sobre mi hombro, sin tocarme; me pareció ver, muy subrepticiamente, un guiño en sus ojos.

- O tal vez..., repetió, desaparezca como desaparece la niebla en nuestras manos, cuando intentamos acariciarla para sentir su suavidad y frescura, o se mueva y se haga más espesa, como nos sucede al navegar y ella nos envuelve para cerrar nuestros ojos y arrojarnos a los acantilados si nuestros sacrificios no satisfacen a los dioses o cuando hemos osado desafiarlos. No, no creo conveniente menospreciar a este hombre de tan delicada y extraña apariencia, y si no estáis de acuerdo conmigo, os invito a cualquiera de ustedes a que cercene su cabeza de un sólo tajo.

Al principio sentí que el terror me invadía por completo, pero luego entendí que me estaba abriendo el camino al crear la duda y dejarla flotando en el ambiente; además, estaba casi convencido que el parpadeo que había visto en sus ojos, era la señal de algo que aún no atinaba a comprender. Los cinco terribles guerreros permanecieron visiblemente rabiosos, pero ninguno se atrevió a tomar la iniciativa; sin embargo, Calcante dio un paso adelante y comentó:
- Según lo que he podido deducir mi caro y prudente Néstor, este hombre es un farsante pues ya estaba aquí en el momento en que los abordamos.
- No sé en qué puedes basar tu deducción, tú dueño de intrigas, pues al igual que yo, no estabas aquí cuando los más valientes guerreros de Grecia entraron en esta extraña embarcación. Haber, toma mi espada y has lo que te dicta tu conciencia de hombre sabio.
- ¡No, Prudente Néstor! Yo no puedo matar a nadie, yo soy un sacerdote de los dioses, que defiende la vida y busca la felicidad de los hombres.
- ¡Mentira! Tú no eres ningún sacerdote, tú eres un adivino de dudosa reputación, pues, que yo sepa, son muy pocos los augurios que te han resultado ciertos.
- Pero...Prudente Néstor, ¿es que crees que los augurios de los oráculos resultan siempre ciertos?
- ¡Claro que sí!, porque el Oráculo siempre dice la verdad y los que fallan son los hombres al interpretar sus augurios, así como te pasa a ti, porque desde que he oído mencionar tu nombre nunca has acertado una con el gran rey Agamenón o con su familia y sólo les has causado las más terribles penas.

Los argumentos del prudente Néstor eran tan contundentes, que cuatro de los terribles guerreros dibujaron una leve sonrisa, salvo Aquiles que amarró su cara nuevamente, recogió su casco y se lo enterró hasta el cuello, para que sus ojos no pudieran verse.
- Yo quiero saber directamente de este valiente hombre, por qué desafía a los dioses, al heroico ejército Griego y al rey más poderoso del universo. Por favor, buen hombre habla y explícanos.
FIN 6º CAP BLOG

1 comentario:

Lilisú dijo...

Epa Julian, ¿cual es el nombre de tu musa para invocarla yo tambien?. Te tiene tan consentido que no mira pa' los lados. NO hay pa' mas nadie...

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