Escritores venezolanos. Conversando y Escribiendo

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lunes, 15 de septiembre de 2008

AVENTURA EN EL MAR SARÓNICO. CAP 4


AVENTURA EN EL MAR SARÓNICO
Capítulo 4



-¿Porqué lloran insensatas? ¿No se dan cuenta que el mayor honor de un mortal es el ser sacrificado a los dioses? Además, habrán de recibir la generosidad de un rey agradecido y los mayores tesoros, que nunca un bárbaro haya podido soñar, habrán de ser suyos.

Una de las mujeres se levantó, abrazó su pierna derecha y llorando desesperada suplicó por su hija. -¡Soltadme desquiciada!- Vociferó el gran rey, pero la suplicante madre se aferró más fuertemente. El rey de reyes, apartándola de un empujón le gritó -¡Mujer, en las mujeres el silencio adorno es!-; luego, desenvainó su brillante y gigantesca espada y asestó un golpe fulminante a la desdichada madre, cercenándole la clavícula y cortando en dos uno de sus pulmones, su muerte fue instantánea; simultáneamente, la primera virgen pura de la fila se desplomó al suelo y la luz que la cubría desapareció por completo. Los cinco guerreros tuvieron un instante de parpadeo y se dirigieron interrogantes miradas entre ellos; el soldado de la cratera permaneció inmóvil, impávido como una estatua, aunque con ojos desorbitados dirigió su mirada, sin mover la cabeza, hacia la pobre mujer que había caído a su lado y cuya sangre se movilizaba hacia sus sandalias.

Sentí que debía tomar mi decisión, que este era el momento de actuar. Me coloqué la cortina sobre la cabeza y como en una especie de túnica la crucé por mi cuerpo. Me monté sobre una silla y grité lo más fuerte que pude:

- ¡Alto criminal e insensato rey! que voceas en nombre de los dioses y de la justicia, y acabas de asesinar a una inocente madre que intentaba, suplicándote, salvar a una niña que es su hija legítima. ¿Cómo osas llamar bárbaros a quienes invocando a tus dioses te suplican por la vida de sus hijas? ¿Has olvidado que Zeus es el dios de los suplicantes?

Sentí como una mordaza que aprisionaba mi hombro izquierdo y algo puntiagudo y frío que amenazaba con hincarse en mi nuca. Era el colérico Aquiles, que de un salto se había colocado a mi lado y a pesar de que yo estaba parado sobre una silla, mi cabeza estaba al ras de su nariz. La suerte estaba echada, no me inmuté e interrogué a Aquiles a pesar de estar horrorizado:
- ¿Es así cómo tratas a un hijo del Dios más poderoso del universo?
- Aquiles gritó: ¿Le arranco la cabeza?
- ¡No! espera un momento -replicó Agamenón, a este bárbaro he de matarle yo mismo. ¿Cómo es eso de que eres el hijo del dios más poderoso del universo?
- Esa pregunta he de respondértela luego, lo importante ahora es que sepas que has asesinado a una inocente y suplicante madre, y que su sangre ha cubierto tus manos ¡Sabes muy bien lo que eso significa! Además, a tu maldita extirpe Atrida se une este inútil crimen que Zeus no ha de pasar por alto. ¡Y tú, hijo de Peleo, quítame tus manos de encima! ¡No defiendas y adules a quien pronto habrá de traicionarte y escúchame! Así como mintió a su esposa, para que trasladara a Áulide a su joven y hermosa hija Ifigenia para casarla contigo, sin que tú supieras nada, así ha de mentirte nuevamente para robarte a la bellísima Briseida, pues su lujuria no le permite sacarla de sus pensamientos desde el mismo momento en que te la obsequiaron como premio a tu valentía. La presión sobre mi hombro desapareció y sentí el rechinar de su espada al entrar en la brillante vaina, pero los otros guerreros estaban inquietos y alborotados.

- Hermano, déjame matarle -replicó Menelao.
- ¡No!, ese mortal es mío y yo mismo he de matarle con mis manos, pero antes quiero que venga Calcante, pues este hombre ha dicho cosas que nadie debería saber y que me hacen sospechar de un espía o complice de una funesta traición en nuestras huestes. Los únicos que sabíamos lo que sucedió en Áulide éramos Calcante, Odiseo, tú y yo; no puedo entender cómo este pequeño y cretino mortal sepa lo que está diciendo.

Los guerreros estaban atónitos y encolerizados, pero el más sorprendido de todo era yo ¿De dónde me salió esa elocuencia y esa valentía? Sentí nuevas fuerzas al observar a mis compañeros turistas con sus caras levantadas y mirando hacia mí, sin mover sus labios, en muda esperanza, y mi compañera estaba desconcertada, llorosa y con ambas manos entrelazadas, como rezando e implorando a Dios por mi vida. Volví a la realidad y pensé que había ganado el primer round pues, según escuché a Odiseo, el adivino Calcante no estaba en la nave que nos había capturado y habría que mandar a buscar por él. Agamenón me hizo una señal para que me acercara y colocara a su lado, conjuntamente con los cuatro guerreros que ya le estaban rodeando. Estaba convencido que no debía demostrar miedo y aunque sentía que mis piernas se desmoronarían en cualquier momento, salté de la silla y caminé hacia él lenta y altivamente.

- ¿Sabes algo bárbaro? Me has hecho dudar, pero no niego que eres valiente y por ello te prometo que habré de darte una muerte rápida para que no sufras mucho.
- Estoy muy claro en eso y si te he hecho dudar he puesto de manifiesto que eres un rey débil y un rey que duda no merece ser rey.

Este bárbaro es un insolente, lo voy a matar yo mismo, pero lo voy a hacer sufrir como jamás ha sufrido perro viviente alguno –gruñó Odiseo. De un salto Agamenón y Menelao se pusieron enfrente de mí. ¡Tranquilo Odiseo, ya dije que este hombre es mío porque aquí me huele a traición! A un lado, Aquiles permanecía con mirada de interrogación y Ajax parecía desentendido de todo. Cuando se calmaron los ánimos, reinicié mi discurso de confusión e intrigas.

- En verdad, no me sorprende la actitud del hijo de Laertes, de quien dicen que en astucia es comparable a Zeus; por una de sus grandes ideas, le metió en la cabeza a Tindareo este enredo de vengar el honor de Grecia y hacer jurar a todos los pretendiente de Helena tan nefasto compromiso. Él sabía que no podía competir con la hermosura del rubio Menelao y lleno de envidia le dio esa idea a Tindareo, quien en agradecimiento le entregó a la más fiel de las mujeres de su reino, a su hermosísima sobrina Penélope, hija de Icario y de Peribea, quien ha de sufrir los más horribles ataques de lujuria de los hombres jóvenes y otros no tan jóvenes de Ítaca, mientras él esté ausente.

Iracundo, Odiseo desenvainó nuevamente su espada y comenzó a moverse con la rabia consumiendo sus pensamientos.

- Espera un momento, rey de los cobardes y de las mentiras; estás enojado porque también tú eres un rey débil. El gran rey Agamenón sabe muy bien que para evitar venir a la guerra os hicisteis el loco, no para defender a tu hermosa mujer, a tu pequeño hijo o a tus ancianos padres, sino que lo hiciste por cobardía.
- ¡Cállate bárbaro! ¡Por andar diciendo estupideces como un estúpido, te voy a cortar esa lengua sucia!
- Un momento -intervino Agamenón ¡El bárbaro no miente! Es cierto lo que ha dicho este hombre, recuerda que Menelao y Palamedes fueron a buscarte y fue este último quien descubrió tu ardid. Pero dime tú, gran bocón, príncipe de las injurias y padre de la discordia ¿Quién te ha contado tantas cosas en las cuales mezclas verdades y mentiras? ¿Es qué eres un enviado de Eris o será qué sois un simple farsante que conspira con alguien de mi ejercito?

Pensé que ya tenía en mis manos a Odiseo, pues al hacerlo rabiar no coordinaría bien sus pensamientos para inventar cualquier triquiñuela; le respondí al gran rey para continuar confundiéndolo:

- Yo sé muchas cosas que ustedes no saben. No puedo negar que en tus actos y pensamientos hay algo de sabiduría, como le corresponde a un rey capaz de comandar los ejércitos griegos; pero por esa sabiduría deberías haberte dado cuenta de que todo lo que os he dicho es la pura verdad, porque mi Dios, el que te comenté anteriormente, pone en mis pensamientos y en mis palabras todo lo que os digo.
Agamenón respondió de inmediato:
- No se necesita ser sabio para conocer el pasado, ciertamente que los mortales pueden saber muchas cosas en viéndolas; pero antes de verlas, ningún adivino del porvenir sabe lo que sucederá y lo que me intriga y me hace dudar es que has hablado de cosas que aún no han sucedido, que llenan de ira y de odio mis oídos y los de mis compañeros.
- Mi Dios es el Dios de Zeus y de todos los dioses del Olimpo; conoce perfectamente lo pasado y lo por venir. Para aumentar vuestras angustias y para hacerte dudar más ¡Oh, injusto rey! y poner de manifiesto tus debilidades, he de deciros a todos que el bueno y noble Ayante Telamonio también ha de ser traicionado por ustedes.

Ayante levantó su cabeza cuando se sintió aludido, sus pensamientos vagabundos parecieron detenerse y tomar un rumbo; se paró, se desperezó y preguntó:

- A ver tú, que hablas tan deslenguadamente, ¿Cómo sabes nuestros nombres? ¿Qué tienes que decir de mí?
- Yo sé muchas cosas que ustedes no saben. Tus padres son Hesione y Telamón, de él heredaste la fuerza y la valentía en la batalla. A ti te guía Ares el dios de la guerra y la destrucción, y aunque eres un hombre de nobles sentimientos, a la hora de matar desconoces hasta a tus amigos y no te importa si es un dios al que tienes por delante, por eso se dice que Dionisos ronda tus pensamientos. Cuando Aquiles muera, pues...,vi hacia donde estaba el Pelida, ¡escúchame bien iracundo Aquiles!, porque tú sabes muy bien que has de morir joven, aunque algún dios te mienta y te diga lo contrario; por ello tu madre sufre continuamente y trata de darte y complacerte en todo lo que le pides. Sabes que es verdad y que no te miento; pues bien, a tu muerte habrá una gran competencia para entregar al ganador tus atuendos y tus armas que han sido elaboradas, a solicitud de tu madre, por el mismo Hefesto. En ese momento ha de surgir la traición en contra del noble Ayante y los implementos y armas bien ganados por él, les serán entregados a Odiseo, quien en componenda con Agamenón y Menelao lo decidirán de esa manera, para trastornar su fiel y valiente corazón y hundirlo en la locura, a pesar de que será él quien, entre una tormenta de proyectiles, retirará tu cadáver del campo de batalla.

Ayante se sentó de nuevo y con una estruendosa carcajada, con la boca abierta hasta donde más no podía, se tragó un gran vaso de vino. En ese momento entró Taltibio, el heraldo de Agamenón, quien sin mucho protocolo anunció: Ha llegado Calcante.

FIN 4o CAP BLOG

3 comentarios:

Lilisú dijo...

Que bien que seguiste echando el cuento... fascinante ni siquiera me puedo imaginar el final... bien hecho!

Julian dijo...

Gracias Lilisú, por lo menos tú lo estás leyendo, pero los demás y el pana Ele parece que no les gusta el cuento, o son tan flojos que no escriben comentarios. Aclaro que a Ele si le gusta, pero está ocupado con sus ocupaciones de ocupación, verdad Ele?

Lilisú dijo...

son flojaaaaaaaaaaazos.. a la gente en internet casi no le gusta escribir.. asi son las cooooosas...

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