La terredad de un pájaro es su canto, lo que en su pecho vuelve al mundo con los ecos de un coro invisible desde un bosque ya muerto. Su terredad es el sueño de encontrarse en los ausentes, de repetir hasta el final la melodía mientras crucen abiertas los aires sus alas pasajeras, aunque no sepa a quién le canta ni por qué, ni si podrá escucharse en otros algún día como cada minuto quiso ser: más inocente. Desde que nace nada ya lo aparta de su deber terrestre, trabaja al sol, procrea, busca sus migas y es sólo su voz lo que defiende porque en el tiempo no es un pájaro sino un rayo en la noche de su especie, una persecución sin tregua de la vida para que el canto permanezca.
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